El presidente López Obrador llega a su Cuarto Informe de gobierno con una popularidad alta, en especial si consideramos los malos resultados de su gobierno. En la encuesta de Demotecnia rumbo al informe, 67 por ciento de los consultados aprueban al presidente y 26 por ciento lo desaprueban. Esto a pesar de que 57 por ciento piensa que la situación de inseguridad está mal y ha venido empeorando mucho y que la mitad de los encuestados considera que la economía se ha deteriorado mucho.
En la encuesta de Demotecnia, en lo que mejor sale calificado el presidente es en el programa de ayuda a adultos mayores con 25 por ciento de los encuestados que responden así. La siguiente respuesta con mayor porcentaje, con el 11, es que NADA de lo que ha hecho el presidente está bien. En casi todas las demás acciones de gobierno tiene 1 por ciento de aprobación: hacer cumplir las leyes; el Tren Maya; el AIFA; gobierno austero; cumplir lo que promete; las reformas que ha implementado.
En la encuesta de Enkoll, 42 por ciento de los consultados votaría hoy por el o la candidata de Morena a la Presidencia para 2024. En un lejano segundo lugar, está el PAN con el 16 por ciento de las preferencias.
¿Cómo explicar que López Obrador mantenga popularidad y confianza con tan malos resultados? ¿Cómo entender que Morena siga al frente de las preferencias con tantas fallas del gobierno?
Algunos dicen que esto se debe a que es un genio de la comunicación. En mi opinión, más que genio de la comunicación, el presidente habla el idioma del momento. Utiliza el lenguaje de los populistas que exacerban y aprovechan las divisiones y la polarización de la sociedad y generan un círculo virtuoso para su propósito, que es distinto al de los ciudadanos y al del país. Su propósito es acaparar más y más poder.
¿Qué es lo que escuchamos al presidente decir en sus spots rumbo al 4º Informe? En todos recuerda el pasado inmediato como la etapa más negra de México. Busca mantener vigente el pasado neoliberal, con el cual se compara en cada uno de sus spots. Así sea para hablar de que él construye el Tren Maya mientras los del pasado olvidaron la importancia de los trenes.
Exagera o inventa que el AIFA es el mejor aeropuerto de la región latinoamericana aun cuando de marzo a la fecha no pasa de tener más del 1 por ciento de los pasajeros del país. Habla de un sistema de salud que va a funcionar, aun cuando en los cuatro años que lleva al frente del país no ha hecho más que destruirlo. En materia educativa la catástrofe ya no es silenciosa, como alguna vez la describiera Gilberto Guevara Niebla. Ahora retumba el ruido de la deserción escolar de 3 millones de alumnos de educación básica; de la improvisación en el Plan de Estudios cargado de ideología y el rezago de dos años escolares que el Banco Mundial encuentra en México tras la pandemia.
Pero el presidente presume que ni él ni Morena son iguales a los del pasado. ¿Por qué? Porque él lo dice y sus simpatizantes le creen. Mientras el presidente se compare con el pasado logra revivir el enojo con la corrupción del PRI y del PAN y así se sale con la suya de no tener que rendir cuentas por su mal desempeño en el presente.
Estos primeros cuatro años le han alcanzado al presidente para fallarle a México y aun así mantener su popularidad. Ha sido así porque habla el idioma del momento: el de la división y la polarización.