El inmueble que ocupa el Museo de Geofísica era la Antigua Estación Sismológica de Tacubaya; algunos recordarán cómo se escuchaba en la radio: “El Sismológico de Tacubaya informa la ocurrencia de un sismo de magnitud 6 que tuvo lugar a las 10:45 en las costas de Guerrero”, misma grabación que se escuchaba si uno marcaba a su número telefónico. El inmueble consta de tres naves, dos de ellas construidas específicamente para albergar una estación sismológica de primer nivel a principios del siglo XX y una oficina o estación central. Las instalaciones se inauguraron el 5 de septiembre de 1910, como parte de los festejos de independencia y, como mencionaba el sismólogo Cinna Lomnitz, son “La cuna de la sismología mexicana”.
Allí se recibía el reporte de los sismos que se detectaban en otras estaciones del país y se enviaban los registros a la Red Sismológica Mundial, donde eran estudiados por los sismólogos más destacados; con estos datos se pudo determinar la existencia del núcleo interior de la Tierra en estado sólido. También contaba con instrumentos más pequeños que permitían el estudio de la sismología nacional.
El Servicio Sismológico Nacional, en 1949, al crearse el Instituto de Geofísica, se incorporó al mismo y, al construirse Ciudad Universitaria, sus oficinas también fueron trasladadas. Pero las instalaciones en Tacubaya siguieron en operación hasta los años 90; además, los instrumentos, en su mayoría sismógrafos mecánicos: grandes péndulos invertidos, se encuentran en perfecto estado.
En 2010 se conmemoraban los 100 años del Servicio Sismológico Nacional y se planteó que una buena forma de continuar con la preservación de la estación sería convertirla en un museo. El maestro Manuel Mena trabajó, junto con Universum y con Patrimonio Universitario, en la adaptación y restauración del sitio, respectivamente, y fue su primer director.
El espacio permitió que, además de los instrumentos de sismología únicos en el mundo, también se pudiera complementar el acervo con otros instrumentos del quehacer geofísico. Así, se tienen instrumentos de prospección geofísica, vulcanología, gravimetría, meteorología, magnetismo, radiación solar y detección de rayos cósmicos.
La invitación de Fundación UNAM para participar en el programa de visitas de sus socios a los museos universitarios ha sido una muy grata experiencia. El Museo recibe un público mayoritario del sistema de la Escuela Nacional Preparatoria, en particular la de Observatorio, ya que nos encontramos a sus espaldas. Algunos han venido por curiosidad, pero en su mayoría han sido enviados por sus profesores; puedo decir que también algunos de ellos se volvieron visitantes frecuentes y algunos otros decidieron dedicarse a las Ciencias de la Tierra. El trato con ellos siempre ha sido muy amigable y se han manifestado contentos al terminar la visita.
Sin embargo, al público de Fundación UNAM lo reconocemos diferente: nuestra visita promedio es de 90 minutos, pero con ellos podemos estar hasta tres horas. El diálogo y la necesidad de conocer más del patrimonio universitario son notables y, para el Museo, invaluables; los identificamos como ese sentido de pertenencia a esta gran institución y como el modo mediante el cual se canalizan muchos de estos esfuerzos por la divulgación, estudio y preservación de nuestro patrimonio, a través de Fundación UNAM.
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