Hace 9 años, en San Fernando, Tamaulipas, ejecutaron a 72 migrantes. Nueve años después, sin ningún culpable sentenciado, las familias siguen exigiendo justicia, verdad y reparación.

¿Cómo mirar a los ojos a Mirna y a muchas madres más y decirles hoy que ni siquiera contamos con las copias del expediente? ¿cómo explicar el fracaso de la justicia, cada vez más sorda y lejana? En los casos de las masacres de migrantes todos hemos perdido: ¿quién permitió y toleró la matanza?, ¿por qué siguen ocurriendo secuestros, asesinatos y violaciones contra la población migrante en tránsito?

El lunes 26 de agosto se llevó a cabo una audiencia ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos para que las autoridades rindieran cuentas sobre la recomendación emitida por la masacre de los 72 migrantes. Por ahora nada ha cambiado. Para los allegados, el tema es sobrevivir, imposible aspirar a más. Sobrevivir y luchar contra la impunidad asfixia, mata. Durante el indescriptible periplo de los seres cercanos, muchas madres han enfermado; ahora luchan contra males físicos, perviven abrasadas por cuadros depresivos y de ansiedad. Honduras, El Salvador, Guatemala, Brasil, Ecuador y México conforman el hábitat de los familiares; todos comparten abandono estatal y miseria. A pesar de ello, con gran valentía, continúan su lucha; buscan certezas, no promesas; no se detendrán: imposible hacerlo, las vidas/muertes de los suyos son las de ellas.

Seis familias en Guatemala recibieron “restos” y tienen dudas sobre si son o no de sus familiares. Corroborar el origen de los tejidos no es complicado. El gobierno de México debe solicitar al de Guatemala la autorización para que la Comisión Forense, formada por peritos de la Fiscalía y del Equipo Argentino de Antropología Forense, realicen las exhumaciones y corroboren la identidad de los mismos.

Las familias de migrantes terminan siendo las más afectadas en procesos trasnacionales de búsqueda de justicia: su país las ignora y el país donde ocurrieron los hechos, México, no tiene la suficiente voluntad para indagar y responder. ¿Qué se requiere para resolver tragedias como la de los 72 migrantes?: voluntad, ética y esfuerzo. En México poco se denuncia; la desconfianza en las autoridades es enorme: la indiferencia e indolencia de quienes ejercen el poder lacera, sepulta. “A veces pienso que lo peor que me ha pasado, más allá de la muerte de mi hija, es el tremendo maltrato que he vivido por parte de las autoridades”, comentó una madre cuya hija fue víctima de feminicidio en Ciudad Juárez.

El caso de la masacre de los 72 migrantes fue clasificado como de graves violaciones de derechos humanos después de un largo litigio; a pesar de ese dictamen, nada ha cambiado: prevalecen silencio e impunidad. Ni existe una nueva metodología de investigación ni se ha convocado a un equipo especializado multidisciplinario en la Fiscalía para estudiar el caso. La indiferencia impide avanzar. No en balde las exigencias de las familias para que se investigue “a fondo” y se aclare lo sucedido.

Las autoridades se han comprometido con las familias a crear un grupo especializado que permita estudiar otras masacres de migrantes. Deben acelerarse las gestiones para exhumar los restos y aclarar su identidad. Deben agilizarse los procesos para que los mecanismos de apoyo exterior funcionen y las familias puedan exigir justicia a través de embajadas y consulados mexicanos. Las familias siguen esperanzadas: buscan verdades, requieren apoyo. Cejar es imposible: las y los muertos eran/son fragmentos de sus vidas. Diversas enfermedades recorren México. Una de ellas es la impunidad, otra, siempre asociada, es la injusticia. Ese binomio, impunidad e injusticia, tiende a enterrar las esperanzas de los familiares. Los sepulta en vida. La desesperanza, el cansancio y la impotencia acaban con quienes buscan a los suyos y exigen respuestas.


Directora de la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho / Médico

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