Hoy queda claro que Xóchitl Gálvez va que vuela para ser flor de un día. Su frescura y espontaneidad, sus ocurrencias, su picardía, su agilidad para debatir no logran tapar su banalidad y su cortedad de ideas.
Es una lástima. El encanto duró tres meses, lo que un amor de verano.
Y en verdad es deplorable porque conforme se desinfla nos aleja del equilibrio, que es básico para la vida republicana.
De sus graciosadas iniciales, que encantaron a los opositores del actual régimen, tan necesitados de una ilusión y una esperanza, ahora da paso a la desilusión.
Xóchitl Gálvez no debió imaginarse el tamaño de los ataques que iban a ocurrir en su contra, encabezados por el propio Presidente de la República, por cambiar su objetivo de querer gobernar la capital a intentar gobernar al país.
Ha sido tal el embate, que ha despertado simpatías que quizás antes no tenía, pues su estilo desparpajado y desmadroso no le gustaba a todo mundo.
Aquí mismo hemos cuestionado sus locuras de disfrazarse de dinosaurio en el Pleno del Senado, de encadenarse a un sillón en la Mesa de la sede de Xicoténcatl, o acostarse en el piso con otros senadores para protestar por el agandalle del oficialismo en la aprobación fast track de numerosas iniciativas.
Equivalentes también han sido sus tropiezos y sus errores.
Han sido insuficientes sus explicaciones frente a la acusación por los contratos que recibió su empresa, cuando era jefa delegacional y las condiciones en que habría adquirido la casa donde vive, por las mismas razones. En todo caso, también reflejarían el uso abusivo de la información financiera confidencial de parte del gobierno lopezobradorista.
Lo que no tiene manera de explicar razonablemente es el plagio que habría cometido en el trabajo que presentó para titularse de ingeniera en Computación, en la UNAM.
La acusan de plagio que, según el diccionario, “es la copia de obras ajenas haciéndolas pasar por propias. Se considera una forma de engaño y una mala práctica que compromete la honestidad y la integridad académica”.
De ideas, pero es un ROBO.
No hay manera de minimizarlo. No se plagia poco o mucho, se plagia. Se roba. Punto, se acabó. Y quien roba ideas puede robar lo que sea.
En esto, Xóchitl hizo lo mismo que Yasmín Esquivel.
¡Qué ironía!, ambas buscando ser presidentas, una de México y otra de la Suprema Corte.
Mala carta de presentación para una aspirante a candidata presidencial, que será objeto del más minucioso escrutinio.
El reportero Zedrik Raziel, de El País, declaró en radio a Denise Maerker: “casi 30 párrafos plagiados, en su trabajo de 77 hojas; quizás un 20-22 por ciento de contenido no citado”.
El intento de explicarse llevó a Xóchitl a decir: “la pendejié”, quizás apostando a que la vulgar expresión, de uso común en otros ámbitos, le generaría comprensión y simpatía.
No parece que así haya sido. Ofreció acatar el veredicto de la UNAM que ahora, a diferencia de con la otra Plagiaria, sí actuó a velocidad supersónica. Xóchitl hasta ofreció repetir su tesis.
Será titánico que remonte. Falta ver qué otros muertos tiene en el clóset. Y si así es, que se vacune o prepare su defensa. No más “bote pronto”.
Tiene una carga con la que de por sí ya batallaba: tres partidos políticos que nomás andan viendo cómo se la chingan, sin una estrategia política clara, sin una asesoría inteligente y sin ideas que la pinten como estadista y no como el payasito de la fiesta. (Todos conocemos a alguno que acaba por hartarnos).
Patriotas y Traidores
Cada vez que Omar García Harfuch salga a un sitio público a hacer campaña electoral se estará jugando la vida. Y quienes vayan a sus mítines, también. ¡Gulp!