La salvaje irrupción de la policía ecuatoriana en la embajada de México en Quito para arrestar al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas ha puesto la lupa internacional al presidente de Ecuador, Daniel Noboa.
El mandatario, de 36 años de edad, nació en 1987, en Miami. Es el presidente más joven de toda Latinoamérica. Se recibió en Administración de Negocios y posee maestrías de universidades de prestigio como Harvard y George Washington. Sin embargo, como dicen, en algunos casos los postgrados no siempre quitan lo pendejo.
Su influencia en el ámbito empresarial y político se debe a su familia. Daniel es nieto de Luis Noboa Naranjo, un destacado empresario ecuatoriano, e hijo de Álvaro Noboa, reconocido como el hombre más rico de Ecuador, quien ha participado sin éxito en cinco elecciones presidenciales.
Aunque la edad y la madurez no aseguran eficacia, la juventud tampoco garantiza innovación. Su falta de experiencia en cargos públicos de alto nivel se evidenció durante una entrevista para SBS News, (Special Broadcasting Service de Australia), en la que aseguró no tener arrepentimientos sobre su decisión, argumentando que su gobierno estaba "en el lado correcto de la historia".
Según él, la violación a la soberanía mexicana fue necesaria para hacer cumplir la ley y evitar una posible fuga de Glas, quien ya había sido condenado en su país, por supuesta corrupción. (Glass pidió protección a México pues se dijo perseguido político).
Su falta de arrepentimiento, quizás porque no dimensiona lo que hizo, y la dureza en sus acciones implican una postura que puede resonar positivamente entre ciertos sectores internos que buscan mano dura contra la corrupción y la impunidad, pero también resultan autoritarias.
El presidente López Obrador condenó el asalto y rompió las relaciones diplomáticas entre los dos países. Describió el evento como una "violación flagrante a nuestra soberanía, al derecho de asilo y a las normas y leyes internacionales".
Ni Pinochet, ni Maduro, ni ningún otro dictador en Latinoamérica se habían atrevido a tanto. Conocieron sus límites y dimensionaron el riesgo que significa atraer el rechazo unánime de la comunidad internacional.
Incluso el gobierno ruso, que actualmente está invadiendo a un país entero, condenó los hechos.
Entonces, ¿qué le pasó a este joven presidente? ¿Cuál es el riesgo calculado de Noboa que los demás no vemos? ¿O será simplemente que su inexperiencia y frivolidad lo están evidenciando?
En la misma entrevista y al ser cuestionado sobre su plan para resolver esta crisis diplomática, el presidente Noboa dijo: “Voy a invitar al presidente Obrador a comer un ceviche y probablemente podamos comer unos tacos juntos y podamos platicar".
En un contexto donde Ecuador enfrenta desafíos internos significativos, incluyendo problemas de seguridad y una economía que necesita estabilidad, no parece que la diplomacia culinaria sea la solución.
Para Ecuador, este no parece ser el momento adecuado para adoptar posturas bravuconas o medidas impulsivas.
Pero si insiste en su actitud irreflexiva y desparpajada, quizás reunirse con Samuel García o con Máynez, para comer cacahuates y echarse unas caguamas, le sea útil.
Hasta la estupidez tiene un límite. Alguien debería decírselo.
En cuanto al nuestro, no le sobraría un poco de mesura para evitar meterse en lo que no le importa, aunque supuestamente esté de por medio nuestra histórica hospitalidad.
Monitor republicano
¡Qué pena ver en el lodazal al exministro presidente de la Corte!
Si confesarse “swiftie” tuvo gracia, su nueva circunstancia ya no.