La tarde del lunes 24 de mayo de 1993 fue asesinado el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, arzobispo de Guadalajara, en el estacionamiento del Aeropuerto Internacional de esa ciudad.

Cerca de las 15:45 horas de ese día, un Grand Marquís blanco entró al estacionamiento de la terminal aérea. El cardenal y su chofer viajaban en él. Acudían a recoger a Girolamo Prigione, Nuncio Apostólico, quien llegaría minutos más tarde a la capital de Jalisco. Fueron acribillados supuestamente por narcos que querían ejecutar al “Chapo” Guzmán

Desde entonces, la iglesia católica no había sufrido un ataque tan artero, como el que recibieron los sacerdotes jesuitas Joaquín César Mora Salazar y Javier Campos Morales, el lunes pasado, dentro del templo de la comunidad de Cerocahui, Chihuahua.

Ambos fueron ataques directos, con saña.

Según la versión de la Fiscalía General de Justicia de Chihuahua, José Noriel Portillo Gil, alias “El Chueco”, le disparó a Paul B., lo secuestró junto con Armando B. y posteriormente prendió fuego a su vivienda, porque el equipo que patrocinaba perdió con ellos un juego de beisbol.

Luego, se suscitó otro incidente en un hotel de la comunidad, donde, Pedro P, conocido guía de turistas interactuó con “El Chueco” y posteriormente fue privado de la libertad. Se escapó y, muy golpeado llegó al templo del pueblo, donde fue auxiliado por los religiosos, quienes también, lamentablemente, resultaron asesinados y cuyos cuerpos, junto con el del guía, se llevó el agresor, que días después se logró recuperar.

La reacción de la iglesia católica en su conjunto es inédita.

El papa Francisco -también jesuita- levantó la voz desde la Audiencia General de los miércoles, para condenar el hecho: “tantos asesinatos en México, que causan un sufrimiento inútil”.

Y en un mensaje caracterizado por su dureza, Monseñor Ramón Castro Castro, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, fue implacable: “Nuestro México está salpicando sangre de tantos muertos y desaparecidos, entre ellos 27 sacerdotes, incluidos los padres jesuitas que han sido asesinados por el crimen organizado”.

Esa cifra, según han informado es de 2012, a la fecha.

“Los índices de violencia y sus estructuras de muerte se han desbordado e instalado en nuestras comunidades, desfigurando a la persona humana y destruyendo la cultura de paz, una cultura de paz que nos hace hermanos”, dijo en un video difundido en sus redes sociales.

Exigió, al lado del pueblo, respuesta “a la altura de las circunstancias” por parte de las autoridades civiles, en todos los niveles.

El mensaje no fue sólo para las autoridades. También fue dirigido a los delincuentes:

“La Conferencia del Episcopado Mexicano hace un llamamiento también a quienes son causantes de todos y cada uno de los episodios atroces de muerte y destrucción contra sus propios hermanos. Les recordamos que somos parte del mismo pueblo”.

Y mandó un ¡ya basta! a nombre de todos los obispos del país:

“En el nombre de Dios, sensibilícense ante los lamentos de sus hermanos que son hijos de Dios, cuyas lágrimas de sufrimiento, impotencia y rabia contenida, claman hasta el cielo. Les suplicamos, les rogamos, les exigimos, en nombre de Dios, basta de tanta maldad y odio. Todos queremos la paz”.

Y si todos queremos paz es que estamos en guerra. Así lo vemos la mayoría, pero en Palacio… en Palacio, mejor se van a jugar beis.

Monitor republicano

Este próximo viernes se cumplen 4 años del triunfo de AMLO. Cuatro años que estarán marcados por la inauguración de la refinería Olmeca, en Dos Bocas, Paraíso, Tabasco, que no producirá un solo barril durante muchos meses, así como al AIFA no llegarán suficientes aviones para hacerlo redituable, hasta mejores días.

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