Finalmente, llegó la vacuna a México. Como también sucedió en otras partes del mundo, no se desaprovechó la oportunidad de sacarle raja política. El primer embarque fue de tres mil dosis para un país de unos 130 millones de habitantes, pero bueno con algo se empieza.
La primera persona en recibirla fue una enfermera destacada y luego doctores y personal médico. Qué bueno que así haya sido. Se ha dicho muchas veces pero nunca debemos olvidarlo que son los verdaderos héroes de la pandemia, son los nuevos héroes, los héroes de nuestro tiempo.
Pasado este logro, que sí lo es, y la primera emoción, viene la pregunta: ¿y a los demás, cuando nos tocará? ¿y cuando nos toque, sí nos la vamos a poner? ¿cuál de todas las que se van a comprar nos va a tocar?
Pregunté hace meses en este espacio si usted se pondría la vacuna rusa. Expliqué entonces que no era en afán de estigmatizar sino que sus procedimientos históricamente no han sido los más transparentes. Confío en que para que cuando llegue a México realmente se conozcan sus virtudes y defectos. Y lo mismo de las chinas y de los demás fabricantes. Tenemos miedo a los posibles efectos secundarios de una vacuna que se hizo a toda prisa.
Además, hay un ingrediente en todo esto que deja un tufo de desconfianza. La urgencia de atacar al virus coincide necesariamente con la evaluación del desempeño de los gobiernos y de quienes los encabezan. Los que actúen bien y a tiempo serán reconocidos y premiados. Los que no, serán castigados y elegirán a sus opositores.
En Estados Unidos, Donald Trump será recordado por todas sus barbaridades, mentiras y torpezas para combatir al Sars-Cov-2 pero también como el presidente en que al final de su gobierno se logró una vacuna y se comenzó a aplicar a sus compatriotas.
En México, hace quedar bien al Gobierno. Le pone una estrellita al canciller Ebrard y a su equipo por haberla conseguido al mismo tiempo que otros países. No fuimos de los últimos.
Ya veremos si eso les alcanza para remontar en las elecciones del próximo 6 de junio los desatinos que han tenido y el desastre en que se ha convertido Morena.
Monitor republicano
Fue la Navidad de un año terrible, el 2020, catastrófico en muchos sentidos. La pandemia nos obligó a ajustar nuestras tradiciones y costumbres. No fue lo mismo que estar acompañados de todos nuestros familiares, pero regresamos al núcleo familiar original. Pudimos reflexionar sobre lo que tenemos, lo que extrañamos y lo que necesitamos.
Menos, es más.
Para quienes somos creyentes, esta Nochebuena nos recordó que el auténtico motivo de la celebración es el nacimiento de Jesús. No nos quedamos en el nivel de la fiesta, los regalos y las grandes comilonas. Y no es que me oponga a todo ello. También lo disfruto. Desde niño me encanta que lleguen Santa Claus y los Reyes Magos. Me considero un “believer”. Pero no sobra hacer un alto en el camino y reflexionar sobre nuestras creencias, sobre lo que ha sucedido, lo que está sucediendo y lo que podría suceder.
En estos días en que han aumentado los contagios, nos solidarizamos con el sufrimiento de los enfermos y de corazón les deseamos pronto restablecimiento. A los ausentes, a quienes se adelantaron antes y durante la pandemia, nuestro recuerdo y nuestras oraciones. Les deseo que el Año Nuevo les traiga cosas buenas, sobre todo salud. Solo cuando no se tiene salud, se da uno cuenta que lo demás es lo de menos.
anarciae@gmail.com