Por razones de trabajo todos los días veo la conferencia “mañanera” del presidente Andrés Manuel López Obrador. Duran más de dos horas y han llegado casi a tres. Estoy familiarizado con lo que dice por lo que puedo afirmar que algunas “mañaneras” me han resultado más atractivas, noticiosamente hablando, que el mensaje que dirigió el martes, con motivo de su 2do. Informe de Gobierno.
Le he escuchado mejores mensajes. Éste, que apenas duró 45 minutos, no incluyó nada distinto de lo que oímos cotidianamente. Fue un apretado resumen de lo que ya conocemos. Leí cuidadosamente la transcripción buscando la “nota”, la novedad, alguna señal. No la encontré. Por supuesto, para efectos informativos, siempre hay temas rescatables pero buscando si había algo más en el discurso, no hallé mayor cosa.
Debo decir que he sabido de Informes de Gobierno desde la época de Luis Echeverría, cuando tuve que hacerlo porque a algún maestro se le ocurrió dejarlo de tarea. Años después por el trabajo periodístico. En ningún momento pienso que aquellos fueron mejores. Más aún, que bueno que no se parecen. Duraban horas, llenos de cifras incomprensibles para la mayoría. Se exaltaba su duración, las veces que les aplaudían, las frases ocurrentes como las de López Portillo, que “defendería al peso como un perro” o “el espejo negro de Tezcatlipoca”. O las locuacidades de Vicente Fox. Por no mencionar todo el ceremonial previo, con “la primera familia del país” y posterior con el recorrido a Palacio Nacional, en auto descubierto, repleto de papelitos de colores (que no solo eran festividad sino para anular a un eventual francotirador) y el interminable “besamanos”, donde los “machuchones” de la época hacían fila larguísima para recibir un gesto de complicidad o de desdén del poderoso presidente.
El “día del presidente” de un México que ya no existe.
Pero en contraste con eso, ahora vimos una simplicidad que reflejaría, como declaró un político, que “fue justo, mesurado y sobrio”. Aunque otros pensarían que no dijo nada nuevo porque no tenía mucho que decir. Me parece que, circunstancias aparte, a eso ha contribuido el exceso de información que vivimos actualmente. Solo hay que hacer cuentas: dos o casi tres horas de la "mañanera", la conferencia de Claudia Sheimbaum, una hora y media. Por la tarde, la conferencia de Programas de Bienestar, 45 minutos; el informe diario sobre Créditos, 45 minutos, y la del Dr. López-Gatell, que casi siempre se pasa de la hora. Agrénguele los mensajes a la hora de la comida de los fines de semana y, si hay gira, de los distintos eventos.
Estamos empachados de información oficial. Decían las abuelas que "ni tanto que queme al Santo ni tanto que no lo alumbre”.
Así que lo que rescato de este mensaje presidencial es lo que dedicó al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y al Fiscal General de la República, quienes fueron invitados pero no asistieron. El año pasado, si. “En otros tiempos eso no pasaba, porque ellos tienen la arrogancia de sentirse libres. Este es el cambio, ésta es la transformación”. Según el Diccionario de la Real Academia Española, “arrogante” es altanero y soberbio, pero también valiente, alentado, brioso, gallardo, airoso. ¿A cuál se refirió el presidente?
Monitor Republicano
Otra historia fue la de Laura Rojas, presidenta del Congreso de la Unión. Ella no fue, dijo a un reportero, “porque no la invitaron”. Gulp!
anarciae@gmail.com