Lo más terrible de la masacre de Uvalde, Texas, es que volverá a ocurrir tarde o temprano.

Como siempre sucede con estas tragedias, habrá indignación, tristeza y coraje, pero no serán suficientes para limitar la compra-venta de armas. El negocio es tan próspero y se benefician tantos, principalmente los fabricantes y los políticos a los que financian, que no cambiarán las leyes para poseerlas.

La matanza de Uvalde será una referencia histórica, nada más.

En diciembre de este año, se cumplirán 10 años de la tragedia que pasó en Newtown, Connecticut, en 2012.

Adam Lanza, de 20 años, se dirigió a la Escuela Primaria de Sandy Hook y mató a 26 personas, 20 eran niños de entre seis y siete años, y seis empleados de la escuela. Fue el tiroteo masivo más mortífero en una primaria de EU. La magnitud de la masacre, agravada por la edad de las víctimas, suscitó un debate sobre la Segunda Enmienda de la Constitución, que prevé el derecho a poseer y portar armas. Los liberales exigieron un control más estricto y se enfocaron especialmente en el rifle de asalto AR-15, que había utilizado Lanza.

Algunos rifles de asalto semiautomáticos y cargadores de gran capacidad fueron prohibidos por el Congreso estadounidense en 1994, pero esa ley quedó sin efecto diez años después.

La ultra conservadora Asociación Nacional del Rifle abogó por la introducción de guardias armados en todas las escuelas estadounidenses y sugirió armar y entrenar a los maestros.

Wayne LaPierre,

jefe de la NRA, declaró: “El único que puede detener a un tipo malo con una pistola, es un tipo bueno con una pistola”.

El entonces presidente Barack Obama mostró su dolor e impotencia y se comprometió a utilizar todo el poder de la presidencia para prevenir futuros tiroteos masivos, lo que vemos que no ha sucedido.

En dos semanas han ocurrido dos tiroteos masivos.

Primero, el pasado 14 de mayo, en un supermercado de Búfalo, Nueva York, donde un joven de 18 años, fascinado con la ideología de la supremacía blanca, abrió fuego con un AR-15 y asesinó a diez personas e hirió a otras tres, casi todas afroamericanas.

El presidente Biden expresó su solidaridad por las familias de las víctimas y su desprecio a la ideología supremacista. La noticia tomó un enfoque racial y se minimizó lo fácil que es hacerse de un arma de tipo militar.

Este martes, a diez días del incidente en Búfalo y a casi diez años de la tragedia en la Escuela Primaria de Sandy Hook, sucedió un déjà vu.

Salvador Ramos,

también de 18 años abrió fuego con un AR-15, en la Escuela Primaria Robb, de Uvalde, Texas, matando al menos a 21 personas, entre ellas 19 niños y dos adultos.

El presidente Biden insistió en que era “hora de convertir este dolor en acción”. Sin embargo, hay límites al poder ejecutivo. De entrada, no puede prohibir las armas de tipo militar, ni elevar la edad para comprar un rifle. Requiere de la aprobación del Congreso, lo que es poco probable.

El mismo fiscal general del estado de Texas, Ken Paxton, dijo que armar, preparar y entrenar a los maestros podría evitar más atrocidades masivas en las escuelas en el futuro.

Ante la posibilidad de cambiar el curso legal del control de armas, dijo ante Fox News: “Van a violar las leyes de todas formas”, sentencia que refleja las convicciones del estadounidense conservador.

Estados Unidos olvida su propia historia, por eso se condena a repetirla.

Monitor republicano 

Por lo que toca a la Cumbre de las Américas, y los sueños guajiros de liderar al continente: ¡lástima Margarito!

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