Hace unos 30 años, invitado por unos colegas periodistas, fui a un stand de tiro a aprender a disparar un arma de fuego. Lo hice varias veces, pero la primera resultó frustrante al inicio. Llevábamos más de media hora escuchando al instructor, quien hacía su mejor esfuerzo por concientizarnos de la responsabilidad de lo que estábamos aprendiendo, del manejo en sí del arma y de las consecuencias de poseer una y de utilizarla: “el arma se saca para usarla no para mostrarla”, repetía muy serio.

Cuando reclamamos que no habíamos hecho un solo disparo nos dio el consejo más importante de esa experiencia y que tengo muy presente en el ámbito personal y profesional.

Nos dijo: “CUÍDENSE DE LOS PENDEJOS” porque con un arma alguien los puede lastimar o matar. Con intención o sin ella. El arma puede ser de fuego o de poder.

A la fecha, ese instructor de tiro me parece un hombre sabio pues, en efecto, alguien que se lo proponga o que actúe con estupidez puede cambiar el rumbo de nuestras vidas, sobre todo si tiene una condición de poder, de influencia, si puede incidir sobre nosotros, si sus decisiones nos afectan a corto o largo plazo.

Viene a colación porque en los últimos días veo y escucho las tonterías que se hacen y dicen en el mundillo político de nuestro país. Por ejemplo, hoy tengo claro que, de seguir como hasta ahora, la doctora Sheinbaum no será la candidata de Morena a la presidencia de la república. Y si llegara a serlo podría no ganar las elecciones.

El favoritismo hacia ella y el afán de algunos de quedar bien los empuja a hacer cosas que acabarán lastimándola, como gritarle “presidenta, presidenta, presidenta” en cada acto público en que la inteligencia los abandona.

Ni el presidente López Obrador se salva de eso, al señalarla con el dedo como diciendo “ella es la buena”. O un barbero que la sentó en el presidium justo en el lugar a donde apunta con el dedo índice lo que parece una figura prehispánica, en la inauguración de la Feria Internacional del Libro del Zócalo, como sugiriendo que los dioses ya decidieron quién continuará la Cuarta Transformación, que inició el actual mandatario. El dedazo presidencial y el dedo del monigote de la FIL. Dedazo al fin.

Ya lo dijo el ciudadano: “tonto es el que cree que el pueblo es tonto”. La doctora ha sido una buena jefa de Gobierno de la Ciudad de México, pero tanta melaza empalaga.

Si el espíritu de los votantes que hicieron presidente a Andrés Manuel López Obrador es disruptivo, opositor, ansioso del cambio, lejano del establishment y justiciero, acabará rechazando lo que a todas luces será una imposición.

Por más becas a jóvenes y pensiones para el bienestar de los adultos mayores que se repartan, el ánimo rebelde de un pueblo tantos años maltratado y sometido optará por el rechazo.

“Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre”, sentencia la conseja popular. No se les vaya a quemar doña Claudia en su afán de tanto iluminarla. Y ella, que se cuide de los que ya le conté. Con intención o sin ella podrían echarle a perder sus planes.

Monitor republicano

En contraste, vaya cierre de semana para el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. La Reunión de Alto Nivel en Materia de Seguridad con Estados Unidos resultó todo un éxito. Mostró al canciller mexicano como un político de talla mundial.

Con un papel más modesto, pero también en la foto, el secretario de Gobernación, el posible “caballo negro” de la sucesión.

Quien se quedó con las ganas de una foto en el Senado, con el Presidente, fue Ricardo Monreal.

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