Ricardo Monreal sabía desde hace meses que el inicio de este período ordinario de sesiones sería decisivo para él.
La indiferencia y hasta desprecio que le ha hecho sentir el presidente de la República, desde el año pasado, cuando Morena perdió alcaldías estratégicas en la Ciudad de México, dejaron claro a Monreal que no volvería a gozar de la cercanía que tenía.
Le cargan esa derrota por su enfrentamiento con Claudia Sheinbaum, con Dolores Padierna, una de las perdedoras, y con su esposo, René Bejarano.
Previendo que le podrían quitar la coordinación de su bancada en el Senado y la presidencia de la JUCOPO, Monreal buscó a los coordinadores de las bancadas opositoras para urdir su estrategia.
Desde mayo, les pidió sus votos y les ofreció un acuerdo para arrebatar la presidencia del Senado a Morena (y al presidente).
La suma de 53 votos del bloque opositor más otros 20 que Monreal aseguró que se irían con él en caso de ruptura, superaban sobradamente los 65 que la ley exige para ser presidente del Senado.
Era el golpe perfecto para cambiar la correlación de fuerzas políticas en el Congreso y cerrar la puerta a cualquier reforma o nombramiento que el presidente de la República les hiciera llegar. Lo hubiera obligado a dialogar con la oposición hasta para leyes secundarias, como la de la Guardia Nacional.
Dante Delgado, de Movimiento Ciudadano, fue el puente entre Monreal y los opositores.
Fueron meses de estira y afloja hasta que el día llegó con el inicio del nuevo período de sesiones.
La chispa fue el desaire de los secretarios de Gobernación, Seguridad Ciudadana, Defensa, Marina y del dirigente nacional de Morena, quienes cancelaron de última hora su asistencia a la asamblea plenaria de Morena, justo un día antes de la elección de la nueva Mesa Directiva.
Eso calentó a Monreal, quien además enfrentó públicamente los reclamos y descalificaciones de sus compañeros de bancada, identificados con Claudia Sheinbaum.
La jefa de gobierno ya había operado a través de Gabriel García Hernández, uno de los 4 aspirantes a presidir el Senado, y de su muy cercano, César Cravioto, para que Higinio Martínez ganara la votación, obteniéndole así un desagravio tras perder la candidatura para el Edomex, contra Delfina Gómez, y logrando una alianza con el jefe del Grupo Texcoco.
Darle la presidencia del Senado, atajaba también el riesgo de que la gente de Higinio votara por un candidato de oposición o que él mismo aceptara alguna propuesta de Movimiento Ciudadano para competir con quien fuera su pupila política, Delfina Gómez.
Pero las cosas no le salieron bien a la Jefa de Gobierno ni a sus operadores, quienes no lograron dar un albazo para que el candidato a la presidencia del Senado se eligiera por “tómbola”. Monreal y los suyos lo impidieron y la elección fue directa, para medir fuerzas.
Según los opositores, si esa elección la hubiera ganado Higinio y no Alejandro Armenta, Monreal no hubiera tenido más remedio que hacerse de la presidencia, en la votación del Pleno.
Las lealtades de los suyos sorprendieron al propio Monreal y decidió que no era el tiempo de romper con López Obrador. “Se aculó”, reprocharon los opositores.
Al mediodía del miércoles, Monreal informó a los coordinadores del “bloque de contención” que su decisión era aplazar el rompimiento.
Los dejó atónitos. No podían creer que careciera del coraje necesario para enfrentarse de una vez con el presidente, demostrando su propio poder y respaldo.
La Mesa Directiva del Senado le garantizaría presencia en actos oficiales al lado del Ejecutivo y cerraría la puerta a cualquier imposición legislativa, como la reforma electoral. Un verdadero adversario para el lopezobradorismo.
Aunque durante horas trataron de convencerlo de cumplir su palabra, no lo lograron. Así llegaron al pleno. Ahí los opositores decidieron darle una segunda y hasta una tercera oportunidad a Monreal. Anularon sus votos en una primera ronda, en una segunda también y Armenta se quedó a un voto de lograr la mitad más uno requerida. En la tercera ronda, el bloque opositor decidió consumar el plan previsto antes: tachar el nombre del candidato electo por Morena y escribir el de Ricardo Monreal como presidente. Fueron 52 votos de la oposición para él, pero 65 votos de Morena y sus aliados dieron a Armenta la presidencia de la Mesa Directiva. Monreal no jaló a los suyos a la hora de la verdad.
Tuvo tres oportunidades de pasar a la historia que, según los opositores, tiró a la basura, así como la posibilidad de convertirse en candidato presidencial del bloque opositor.
Fue como un “coitus interruptus”, describió un estratega del bloque opositor, quien consideró que la oportunidad de dirigir a un país no puede recaer en alguien a quien “le tiemblan las corvas”.
La tenía, era suya y la dejó ir, narraría el GRAN “Perro” Bermúdez.
¿Se acalambró o lo acalambraron? Ya se sabrá.
Para Monreal, la jugada fue exitosa. Venció de nueva cuenta a la favorita del presidente que no pudo sacar una elección entre 60 morenistas. Demostró oficio y poder.
¿Volverán a invitarlo a desayunar en Palacio Nacional?
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