Prometer no empobrece y —si dudan— pregúntenle a Ana Gabriela Guevara.

Hace unas semanas, la directora de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) vaticinó con total seguridad que México volvería de París 2024 con 10 medallas en las alforjas.

Así nada más, y sin sonrojarse, aseguró que esta delegación lograría lo que nunca se pudo.

La mayor cosecha tricolor en unos Juegos Olímpicos fue de nueve preseas, en la justa de México 1968.

Y en París, de acuerdo con la dirigente “polémica” (llamarla así es un gesto de amabilidad), eso se iba a superar... ¿A honras de qué? Se preguntaba azorado este humilde servidor.

Con la justa ya bastante avanzada, Guevara hizo el recuento de los daños (algunos mala leche la acusaron de exhibir a los atletas), al señalar las posibilidades de podio que se habían malogrado. Ni con esas cuatro medallas se habría cumplido el pronóstico y, ya en plan bondadoso, no restaremos las que no estaban contempladas.

Parece moda entre nuestros dirigentes deportivos prometer sin fundamentos.

En el futbol, tras el fracaso qatarí, tan orondos fijaron el horizonte en las semifinales de la Copa América.

¿Con qué fundamentos? Con absolutamente ninguno. A alguien se le ocurrió, y punto. Y con total seguridad lo gritaron a los cuatro vientos.

Quizá, sabedora de que las declaraciones grandilocuentes quedan en la nada misma, Guevara se animó a pronosticar lo imposible. Ojalá algún día todos podamos vivir en el mundo de caramelo de nuestros optimistas directivos.

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