Quizá para cuando usted lea estas líneas, el Querétaro ya haya sido desafiliado de la Liga MX. Todas las averiguaciones y las versiones periodísticas apuntan a que eso es lo que los dueños decidirán este martes. Por supuesto, considero que es el castigo ejemplar que se necesita ante lo sucedido el sábado pasado. Ahora, lo que también tengo claro es que esa no es la solución al problema macro.
Prohibir que las barras asistan como visitantes a los estadios, por más que sea una medida lógica, tampoco es la solución. Es como poner una curita en un brazo roto. En Argentina, hace años que ningún visitante (sea barrabrava o no) puede entrar a un estadio, y la violencia no ha cesado. La realidad es que la desaparición de las barras bravas es la única solución.
Mientras sigan existiendo estos grupos, viviremos supeditados a cuándo fallará un operativo o a cuándo llegará la siguiente omisión. Es verdad que las escenas que vimos en Querétaro son de una crudeza y salvajismo sin precedentes. Pero también en otras plazas se han vivido episodios dantescos y repletos de terror. Lo de La Corregidora es el epidosio más violento en la historia de nuestro futbol, pero de ninguna manera es un hecho aislado.
Hace años que se viene normalizando la violencia en el balompié mexicano. ¿El autobús del América es apedreado en Ciudad Universitaria ? La solución es fácil: llegar en camionetas en lugar de encarcelar a los responsables. El semestre pasado, las inmediaciones del estadio Alfonso Lastras fueron un campo de batalla en más de una ocasión y ¿qué pasó? Nada. En septiembre de 2018, un aficionado de Rayados casi muere tras una trifulca previa al clásico con Tigres. ¿Hubo castigo severo? Por supuesto que no.
Son tres ejemplos, pero la realidad es que pleitos y enfrentamientos han sucedido en casi todos los estadios y nunca se hizo nada para cortar de tajo con la violencia, dentro y fuera de los inmuebles de las distintas categorías del futbol nacional.
Lo sucedido este sábado excede a las instancias deportivas, los culpables deberán ser castigados con todo el peso de la ley (increíblemnte, al redactar esta colaboración no hay un solo detenido). Lo que pasó en Querétaro tiene que ser la piedra fundacional de una nueva manera de vivir el futbol en México. Las autoridades deportivas y el Estado deben trabajar de manera seria para extirpar este cáncer del futbol mexicano. Basta de barrer la mugre debajo de la alfombra.
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