Dicen que el ser humano se acostumbra a todo, menos a no comer (evidentemente, hay muchas cosas a las que no nos podemos acostumbrar, como a no ir al baño, por ejemplo; pero así dice el dicho). Penosamente, en nuestro país nos hemos acostumbrado a más de lo que deberíamos: políticos ladrones, calles repletas de baches, la inseguridad y varias cosas más que a cualquier extranjero le pondrían los pelos de punta.
En el futbol mexicano, tristemente, ya nos acostumbramos a la violencia en los estadios. Cada vez es más común, y casi nunca pasa algo. Las peleas desatadas en el Estadio Azteca, al finalizar el América-Pumas , ya ni siquiera dan para, no digamos ser la nota principal en los medios deportivos, siquiera escandalizar a nadie. Ver a dizque aficionados golpeándose o agrediendo a policías ya no provoca algo.
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Pasó, y pasa, en todos lados. No es cuestión exclusiva de ningún equipo. Habrá excepciones, por supuesto, pero es un problema generalizado que ni los clubes, ni las autoridades, han sabido (o querido) atacar, y el cáncer sigue creciendo poco a poco. Las
ya están enquistadas en el sistema del balompié nacional y, al parecer, ahí seguirán. Pase lo que pase. Estos mercaderes de la “pasión” no viven para su club. Alguna vez lo hicieron, pero hoy viven DE su club.
¿En qué momento pasamos de las porras familiares y del chiqui ti boom a los cánticos sudamericanos, al llamado “aguante”, y a demostrar el “amor” a los colores mediante actos violentos? Hace unas semanas murió un aficionado del América en Filadelfia ; en Monterrey , hemos visto escenas dantescas; todos sabemos que la barra del Querétaro es muy agresiva; en Veracruz , el Pirata Fuente se convirtió en campo de batalla más de una vez, por citar algunos ejemplos. Y ¿qué pasó? Nada.
Los dirigentes no se animan a meterse con los barrabravas. Y es que, cuando les conviene, los utilizan. Entonces, están coludidos y no pueden quitárselos de encima. Los policías están en desventaja numérica y, por ende, mucho no pueden hacer. Finalmente, no existen consecuencias reales, nadie pisa la cárcel ni paga por sus delitos. Prohibirle a los violentos asistir al estadio por un tiempo, no es la respuesta.
El problema de la violencia en el futbol se debe cortar de raíz, como sucedió en Inglaterra. Aún estamos a tiempo de evitar llegar a los grados de violencia que suceden en Argentina , por ejemplo. La gran pregunta es: ¿Les interesa hacerlo?
Adendum. Knut
anda en plan filósofo y me mandó este mensaje: “Un jugador de Chivas con celular en mano es más peligroso que un chango con navaja”.
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