En la década de los 80, era muy común escuchar a los niños fantasear con que, para el año 2000, los coches volarían. Para mediados de 1999, mientras el mundo vivía preocupado por el Y2K (queridos millennials, échense un clavado en Google ), estaba claro que los autos seguirían funcionando igual que siempre. Pero el mundo comenzaba a cambiar.
De pronto, el internet se volvió parte esencial de nuestras vidas, fue posible almacenar miles de canciones en un aparato, se volvió real el reloj que usaba el Santo para comunicarse con Blue Demon (tal vez, su servidor siga siendo el único humano que se sorprende cada vez que ve a alguien contestar el teléfono desde su reloj) y cada año la vida comenzó a parecerse más y más a ese futuro que se soñaba en aquella época en que la mayoría de los partidos se jugaban en domingo a las 12 del día.