El compromiso de la Federación Mexicana de Futbol con sus patrocinadores es para aplaudir de pie.
Y es que nadie como nuestros gallardos miembros de “La Familia del Futbol” para cumplir con el lema de “Nada es imposible” (Impossible is Nothing, de Adidas).
El domingo, lograron lo inverosímil: Tribunas vacías en un partido de la Selección en Estados Unidos.
Dicho hecho, podría apostarlo, fue clave para determinar el despido de Diego Cocca.
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El argentino dejó el proyecto con los Tigres por la zanahoria dorada, que es la Selección Azteca.
Por supuesto que eligió bien, máxime con la participación en la Copa del Mundo garantizada.
El riesgo que no calculó bien Cocca fue a qué futbolistas podía elegir, y eso le costó el puesto (siete partidos después, aunque suene a chiste).
Diego Cocca ya no está. Jaime Lozano llega como interino y, supuestamente, tras la Copa Oro se nombrará al efectivo, al señor que llevará a México a hacer un papel histórico en 2026... O no.
Porque los jugadores serán los mismos, no hay más. Y, a menos de que les aprieten las tuercas o ellos se iluminen y hagan un examen profundo de conciencia, todo seguirá más o menos igual.
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En los últimos días, este grupo de futbolistas (supuestamente orgullosos de jugar con el combinado nacional) se quejó por la lejanía del hotel con respecto al lugar de entrenamiento (al que se trasladan cómodamente desparramados en un autobús de lujo); la duración de los entrenamientos tampoco les pareció (o sea que hacer su trabajo les da flojera); y, para cerrar, las palabras de Johan Vásquez, quien se quejó porque no juega y tiene la cabeza en su situación contractual en Italia (¿no tiene para eso un representante?).
Los futbolistas ven llover y no se hincan. Tras el ridículo contra Estados Unidos, la poca autocrítica que hubo fue de dientes para afuera.
Contra Panamá ganaron, pero no mejoraron desde el juego. Hace años que el cuadro mexicano está tomado por los futbolistas y, si los federativos quieren recuperar el control, es momento de que las decisiones drásticas dejen de afectar sólo a los entrenadores. Urgen orden, disciplina y exigencia.
Ayer iniciaron los juegos del hambre. La gran pregunta es la siguiente: ¿Cuántos entrenadores pasarán por la Selección Azteca de cara a 2026?
Van dos y, en el mejor de los casos, serán tres. Pero, bajo estas nuevas reglas, ¿por qué no pensar que podrían ser cuatro?, ¿o cinco?
La Copa América es un escollo importante y, ya entrados en gastos, no olvidemos que “no hay quinto malo”.
Adendum. “Ojalá la Selección fuera tan entretenida como las novelas que la rodean”, me mandó Knut, ayer.