El futbol es un juego (sí, sí, ya sé que es tan obvio como que el agua moja. Y no, no estoy escribiendo esto borracho. Ténganme paciencia). Los juegos se juegan para divertirse y, por supuesto, para ganar. Es momento de acabar con esa frase tan sobada de “a mí no me gusta perder desde chiquito”. Evidentemente, no existe una sola persona en el planeta que disfrute perder.

Bueno, retomemos: el futbol, por más negocio que sea, sigue siendo un juego.

¿Pero es un juego que divierte? En México, tristemente, la mayoría de las veces no. El miedo a perder se adueñó del juego y, sin que nos diéramos cuenta, mató al espectáculo poco a poco. A grado tal que ya hasta pretextos de cajón tenemos para justificar cuando un partido está más aburrido que ver una carrera de caracoles: “Tácticamente, el duelo fue muy bueno”. Una absoluta locura.

Seamos honestos. Así, a ojo de buen cubero, yo calculo que el 99.9% de quienes se sientan a ver un partido en la televisión o van a un estadio, lo hacen para distraerse un rato y disfrutar de un espectáculo deportivo. En resumen, para divertirse viendo cómo juegan los que mejor juegan ese juego que tanto les apasiona y que, desde niños, practican para pasarla bien (obvio, para ganar también).

Nunca en la historia de las cascaritas callejeras o de la canchita del parque, un grupo de chavitos que logró empatar uno de esos juegos imposibles, decidió echarse para atrás para mantener el empate.

No, al contrario, la reacción inmediata tras anotar el de la igualada siempre es ir a buscar el triunfo.

¿A cuento de qué viene toda esta perorata?

Pues a que el sábado, en Torreón, el Santos y el América salieron a jugar. Los 90 minutos, ambas escuadras tuvieron un objetivo: La portería rival.

El juego fue espectacular y divertido. Es más, me atrevo a afirmar (sin ningún fundamento) que hasta los futbolistas disfrutaron de esa hora y media de jugar.

Por supuesto, hubo quien se quejó por la ausencia de medidas tácticas para contrarrestar a la ofensiva rival; es imposible tener a todos contentos, claramente.

Pero, seamos honestos, ¿qué preferimos como espectadores: un juego entretenido o un bodrio tácticamente perfecto? Considero que la respuesta es muy fácil, porque lo que nos enamoró del futbol fue su carácter de juego.

Y la única manera de que el futbol profesional siga ganando adeptos es volver a las bases: Hacerlo recreativo.

Adendum. “Cruz Azul es un desastre, no vuelvo a ver ningún partido”, eso me escribió Knut el sábado. “Correr al Potro no es la solución”, le respondí. Y es que, como en la Selección Nacional, no todo es culpa del señor que dirige al equipo.

futbol@eluniversal.com.mx
 

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