Los malos de la película de este fin de semana son: André Jardine y Renato Paiva. ¿Por qué? Porque ambos osaron cuestionar la regla que obliga a los clubes a utilizar a jugadores menores. “¿Cómo se atreven?”. Se preguntaban de formas más coloridas en las redes sociales.

“¿Quiénes se creen que son?”. Era otra de las dudas del respetable en redes. También, desde la comentocracia nacional, se cuestionaron las declaraciones de ambos entrenadores.

Jardine afirmó que el América no está para formar futbolistas para la Selección Azteca. Paiva dejó en claro que no utilizará futbolistas por obligación. Ambos tienen toda la razón.

A ellos, como entrenadores de primer equipo, raza que vive supeditada al resultado, sólo les interesa justamente eso, el resultado inmediato. Lo estructural no les corresponde.

Dos extranjeros que no están interesados en el desarrollo del futbol mexicano; con esa estridencia se tomó este tema.

Pero dejando de lado el encabezado, hay mucha sustancia en lo que ambos directores técnicos expusieron. Jardine manifestó que la prioridad del América es el América y, además, explicó que las exigencias de un club como el de Coapa acortan el margen para la experimentación.

Paiva, por su parte, primero aclaró que no es detractor de la medida.

Después, explicó que lo normal es que a los jóvenes se les trabaje en las fuerzas básicas y que, tal como lo decía don Charles Darwin, se impongan los mejores, para que lleguen al máximo circuito. Pero el portugués, ante los cuestionamientos de por qué alguien que trabajó en las inferiores del Benfica no confía en los jóvenes, encueró a nuestro futbol.

Sin anestesia, explicó que los contextos son incomparables. El Benfica, por concepto de futbolistas formados en sus fuerzas básicas, vendió —en los últimos 10 años— por 550 millones de euros (trabajó 15 años en las inferiores del Benfica, algo sabe). Y, para cerrar, acotó que es obvio que es más fácil que el entrenador del primer equipo apueste por los canteranos cuando la estructura del club está bien trabajada, y que eso es lo que se tiene que hacer en México, en sinergia con la Federación.

550 millones de euros es una suma que parece imposible para el futbol mexicano. Pero apostar por la formación de nuevos talentos no tiene que ser un tema altruista, ni de asistencia para la Selección. Formar jugadores tiene que ser un acto de egoísmo total de los clubes, por el simple interés de ganar dinero. ¿De verdad, no se dan cuenta? El gran negocio del futbol latinoamericano es la exportación de talento. La regla de menores funciona, pero funciona mejor llenar las arcas de los clubes por vender futbolistas. Es ganar-ganar... ¿O no?

Adendum. “Ojo con mi Azul; de los buenos, sólo nos falta Tigres. Vamos en serio”, me dijo Knut. Ya ni caso le hago.

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