Uno de mis tíos abuelos no hablaba casi nunca. Siempre escuchaba y observaba, a veces hasta parecía ausente. Pero —eso sí— cuando abría la boca, todos los presentes ponían atención y asentían dándole la razón.

Un día me atreví a preguntarle a mi papá por qué pasaba eso y su respuesta fue clara: “No le gusta desperdiciar saliva en tonterías, habla cuando tiene que hablar y lo que dice es”.

Hay quienes parecen estar enamorados del sonido de su voz y hablan todos los días, pero no dicen nada y corren el riesgo de que su mensaje se vuelva la víctima de la lucha entre lo que dicen y lo que hacen. Pero también existen aquellos que hablan poco con la boca y dejan que los hechos sean sus voceros.

Raúl Jiménez

es parte de ese segundo grupo. El delantero rompe el silencio cuando es estrictamente necesario, pero todas las semanas grita a los cuatro vientos con sus actuaciones en Inglaterra.

A fuerza de goles y asistencias, el de Tepeji parece haber llamado la atención de uno de los gigantes del futbol mundial: el Manchester United.

Jiménez encontró su lugar en el mundo en Wolverhampton , y cada semana da pasos firmes para convertirse en leyenda del club.

En caso de que el interés del United sea cierto, Raúl deberá poner en la balanza lo que tiene seguro contra la historia y grandeza de unos Red Devils que, desde que se fue Ferguson, siguen en la búsqueda de recuperar el rumbo.

Sea cual sea su decisión, dentro de 20 años podrá mirar hacia a atrás y sonreír con satisfacción, ya sea como una de las glorias de los o como uno de los pocos afortunados en ponerse una de las camisetas más importantes del planeta.

Por otro lado, el pasado sábado Rodolfo Cota dijo mucho sin emitir ni un sonido. Al arquero de León apenas se le conoce la voz, pero este fin de semana nadie fue más elocuente que él. Rodolfo simplemente se puso una camiseta —a sabiendas que podía ser castigado—, y con su andar pausado ante las cámaras de televisión envió un mensaje fuerte y claro a todo el país.

Cota suele ser un héroe bajo los tres postes, pero esta vez se olvidó de ese rol para mostrarse como un ciudadano responsable que no soporta más la situación que atraviesa el país.

Y por increíble que parezca (porque debería ser lo normal en todos nosotros), desde una cancha de futbol, un portero le habló a toda una sociedad y —sin decir una sola palabra— hizo un llamado a la unidad y al respeto por la vida humana. Adendum. Knut está feliz, disfruta que cada semana cambie el líder de la competencia.

Me parece que aún no entiende que el torneo regular es una simple fase de clasificación y que, finalmente, ocupar el primer puesto sirve para poco y nada.

futbol@eluniversal.com.mx

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