El América hizo historia. Desde el octavo lugar, conquistó el tricampeonato (inédito, en la era moderna de nuestro futbol) y, aunque usted no lo crea, lo logró de manera inobjetable. Vaya, ni siquiera hubo polémica arbitral, para que los antiamericanistas se cubrieran en su manto. Habrá quien señale el supuesto fuera de lugar de Henry Martín en el gol de Kevin Álvarez en la ida, pero no vale la pena discutir con gente que ni se tomó la molestia de leer el reglamento, así que a otra cosa.
André Jardine coronó el proyecto de Santiago Baños y, de paso, se aseguró su lugar en el Olimpo azulcrema. Nunca antes, un director técnico ganó tres Ligas con los de Coapa. Pero, más allá de los títulos (si es que se pueden obviar), lo mejor del brasileño es el manejo de sus futbolistas. Este torneo es la muestra perfecta: Cuando parecía imposible que el América fuera competitivo, o incluso clasificara a la Liguilla, el entrenador fue claro al hablar sobre las lesiones, las cargas de trabajo y el potencial que su equipo tendría en la fase final.
En cuanto al manejo de grupo, Jardine logró lo que suele parecer imposible: Que todos los futbolistas jalaran para el mismo lado. Tipos capaces de ser indiscutibles en cualquier otro club, no sólo aceptaron la suplencia, sino que siempre estuvieron dispuestos a dar el máximo cuando se les requiriera. Richard Sánchez es el mejor ejemplo, un jugador que perdió el puesto titular en septiembre y que ni una mala cara puso. Y en los momentos bravos, fue determinante.
Con Jardine, esa vieja cantaleta de “conmigo juegan los que mejor estén”, sí se cumplió. Diego Valdés, trascendental en los dos títulos anteriores, jugó 27 minutos en esta Liguilla. El chileno no estaba en condiciones de ayudar al equipo y observó desde la banca cómo sus compañeros ganaban la 16. Jonathan dos Santos es otro ejemplo de una figura que perdió preponderancia en la Liguilla y ni chistó.
Al brasileño le quedan dos años y medio de contrato y quiere cumplirlos, cosa que depende tanto de él como de los resultados. Eso sí, a partir de hoy, el americanismo deberá prenderle veladoras a la Selección Azteca en la Liga de Naciones y la Copa Oro, porque si deciden despedir a Javier Aguirre (sí, aunque falte un año para el Mundial. Saben perfectamente cómo se las gastan), como toda la vida recurrirán al entrenador de moda y ese hoy sigue festejando su tricampeonato. En cualquier momento se vuelve el objeto del deseo.