El América ganó el Clásico. Chivas tuvo más tiempo la pelota y, hoy, eso es sinónimo de jugar mejor (hace muchos años también se respetaba a los maestros del contragolpe, aunque no aplique en este caso).

Listo, las dos oraciones anteriores son verdades grandes como una casa. Pero también es verdad que al Guadalajara, la posesión no le sirvió de nada. Como hace mucho no sucedía, los de Coapa llegaron como víctimas al clásico y Chivas no aprovechó el mal momento americanista.

Quizá no se lo van a aceptar en público, pero seguramente muchos americanistas disfrutaron tanto el triunfo del sábado como algún otro en el que su equipo jugó bien y dominó de cabo a rabo. Sí. Así. Sufriendo y por la mínima. ¿Suena ilógico? No tanto si consideramos que, tras la goleada ante el Cruz Azul, los chivahermanos se acomodaron el babero, tomaron tenedor y cuchillo, y se ilusionaban con enterrar al bicampeón. Pero no fue así y esa frustración entre los seguidores del Rebaño le generó ese disfrute al americanista (jamás lo reconocerán, grandeza obliga).

Ahora, este equipo no se parece en nada al que conquistó las dos Ligas anteriores.

Es cierto que le faltan piezas clave, ya sea por lesión o porque ya no pertenecen al plantel, pero también es un hecho que se ha perdido la esencia. En los dos semestres anteriores, las bajas se capotearon sin perder las formas. Los lastimados volverán y por supuesto habrá tiempo para recomponer el mal arranque (pregúntenle a los Tigres del Tuca). Lo preocupante es que hay bajas que parecen imposibles de suplir.

Tras conquistar el primer título en la era de André Jardine, se fue Jonathan Rodríguez, pero —dado el nivel mostrado por Brian Rodríguez— ese mismo semestre antes de lesionarse, el Cabecita parecía tener sucesor inmediato.

Pero, más allá de eso, seguía Julián Quiñones. El ‘33’ siempre estuvo a la altura y garantizaba tener a un toro que acompañara a Henry Martín en el ataque. Llegó el segundo trofeo y se fue Quiñones. Perder a dos tipos de ese calibre en un año es casi imposible de subsanar de inmediato.

Cabecita y el hoy seleccionado mexicano siempre fueron dominantes en la Liga MX. ¿De dónde sacas dos así?

Tampoco es un detalle menor la cantidad de cambios que ha sufrido el plantel. Pero, como dicen por ahí: A llorar a la iglesia. Ni siquiera esas dos bajas son pretexto para que el América esté tan alejado del funcionamiento que lo caracterizó en los dos torneos anteriores y, si me apuran, en los últimos cuatro años (sería una bajeza olvidar a Santiago Solari y a Fernando Ortíz).

Por todo lo anterior, esa victoria “jugando feo” adquiere más valor, porque puede significar el inicio del resurgimiento.

Adendum. “Mi Azul no tiene rival”, me escribió Knut. “Estamos en septiembre”, le respondí.

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