Una de las salidas más típicas, al menos en
, es ir al cine y luego a cenar. Ya sea con la familia, en pareja o con amigos, el cine-cena es uno de los grandes clásicos del entretenimiento nacional. Lo más común, al menos en la capital, es ir por tacos tras la película. Y ahí, entre frijoles charros, gringas y campechanos, se comenta y disecciona el filme que poco antes terminamos de ver.
Hay veces que la película no da ni para 15 minutos de charla. Pero también existen esas ocasiones en que, en pleno éxtasis, la conversación toma un rumbo futurista: ya queremos que se estrene la segunda parte. La urgencia por conocer el desenlace y la desesperación por saber que habrá que esperar mucho tiempo se devoran a la crítica cinematográfica.
Pues bien. Ese era el caso de nuestro futbol . Normalmente, al finalizar la primera parte del certamen, se nos quemaban las habas porque inicie la Liguilla . Y digo que ‘era’, porque —de un tiempo para acá— es casi imposible emocionarse por lo que está por venir. Hoy, estamos en plena taquería, pero nadie habla de las ansias por conocer el desenlace de la película.
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Tristemente, de lo único que se habla entre taco y taco es de lo aburrido que fue el torneo. La primera parte, de la ahora trilogía —por la aparición del repechaje como segunda entrega de la serie— fue tan mala que es muy difícil imaginarse que la repesca y la Liguilla (eso que esperábamos con apremio) serán un poquito emocionantes.
Otra muestra clara de la pobreza de nuestra competencia, son los héroes de la película. Es decir, los campeones de goleo, Nicolás López y Germán Berterame , apenas festejaron nueve anotaciones. Cifra pinchurrienta, y la muestra de que en México la portería rival es una utopía. Los dirigentes del futbol mexicano tienen que darse cuenta de que sin goles no hay espectáculo (una obviedad tan grande como que el agua moja).
Con esta falta de entretenimiento, ¿cómo se logra captar clientes nuevos? Hoy, existen muchas opciones para que los niños y jóvenes se distraigan. Los clientes que hoy ponen el dinero están cautivos, la pasión por un equipo difícilmente se pierde. Pero los niños de hoy no se están enamorando y —en unos años— gastarán su dinero en otra cosa.
Por ende, no es momento de tirarse a la hamaca. El futbol mexicano debe competir de manera feroz para que algo que es tan típico como ir al cine y después a cenar, no quede en anécdota, como pasó con llevar a tomar un helado —en la primera cita— a la chica que nos gusta.
Adendum
. Knut me preguntó el domingo: “¿La cruzazuleamos , verdad?”. “Un poquito”, fue mi respuesta.
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