Lavar trastes es una de las cosas que más odio de la vida cotidiana, pero también detesto que el fregadero esté lleno. Lo sé, es una contradicción. Y justo eso provoca que todos los días viva una lucha interna entre mi pereza y mi manía. Normalmente gana la manía, pero —en fin de semana— la flojera suele dejar el ring con el brazo en alto.

Este domingo, para mi sorpresa, lavé los platos en automático, sin dudar ni un instante. Lo raro, y que compete a esta columna, es que decidí hacerlo en pleno partido entre Monterrey y Puebla . Los platos, como casi todos los domingos, estaban destinados a pasar la noche sucios para ser limpiados hasta la tarde del lunes. Pero de pronto, y sin pensarlo, me levanté para dejarlos impolutos.

A media faena me detuve a pensar en lo que estaba haciendo y llegué a una conclusión demoledora: Era más entretenido lavar platos que ver el futbol. No me juzguen, ya me había soplado los 90 minutos entre Tigres y Toluca , la mano venía torcida y —por eso— a los 25 minutos del primer tiempo entre Rayados y poblanos caminé hacia la cocina como un autómata.

Hace meses, cuando se anunció que 12 clubes tendrían posibilidad de pelear por el título, fui de los que puse el grito en el cielo. El fomento a la mediocridad era el argumento principal de mi queja. Pero conforme fue desarrollándose el Guardianes 2020 , me fui lavando la cabeza yo solo. “Cuatro series a partido único serán muy emocionantes y compensarán a la soporífera fase regular”, pensaba... Hasta el domingo pasado. ¡Qué equivocado estaba!

Puedes leer:

Pachuca

no tuvo rival. Necaxa no entendió que la audacia sería su mejor aliado ante unas Chivas sin gol. Tigres sigue siendo tan efectivo como aburrido y, no puedo evitar preguntarme, qué será de ellos cuando se vaya Gignac . En el campo de Monterrey , a pesar del empate agónico y la definición por penaltis, la verdad es que pasó muy poco.

Ninguno de los cierres de partido fue espectacular. De los 360 minutos disputados este fin de semana, no sacamos ni 10 que llenen el ojo. En México , hemos logrado lo imposible: Que los partidos a matar o morir sean aburridos. El miedo a perder ganó en el repechaje. La especulación nos despojó de toda posibilidad de diversión.

Lo único destacable de esta fase fue el esfuerzo de los poblanos. 153 partidos después, sabe a poco, a muy poco. Esperemos que el miércoles, el jueves, el sábado y el domingo nadie se aleje de la televisión para lavar los platos.

Adendum

. Knut me dejó de hablar. Lo último que me dijo es que soy un mentiroso. Imagino que lo dice porque, semana a semana, le vendí la idea de que el repechaje sería una maravilla.

futbol@eluniversal.com.mx

 
Google News

TEMAS RELACIONADOS