Así, cambia la cosa. Y es que, con la presencia de Javier Aguirre, al menos de entrada, volvió la autocrítica en la Selección Azteca. Si fue de dientes para afuera o una estrategia para calmar a las fieras del micrófono... No lo sé. Pero la realidad es que, ante la posible euforia por un debut con goleada, el entrenador nacional mantuvo la mesura y dejó en claro que su equipo no le gustó. Sí, lo dijo y no se murió nadie, ni se devaluó el peso, ni nada raro.

En los últimos tiempos, parecía que cualquiera que para su trabajo tuviera que utilizar la ropa de la Selección (jugadores, cuerpo técnico, federativos o empleados), tenía prohibido aceptar que no se había jugado bien.

Cuando se ganaba, ya sea jugando horrible o algo irrelevante, se ensalzaba el resultado. Pero en caso de perder jugando medianamente de manera digna, se resaltaban las formas y el aprendizaje. Total, que ante la hecatombe, todo estaba bien. De locos, ¿no?

Pues, al menos por ahora, se habló con la verdad. El Vasco, sin exponer puntualmente a nadie, fue crítico del desempeño general de su equipo. ¿Hizo algo extraordinario? No. Simplemente, señaló lo que la mayoría veíamos desde hace rato.

El DT, puntualmente, habló de la cantidad de veces que se juega para atrás, de la falta de agresividad al frente, la carencia de contundencia, el ritmo tan pausado y ciertos aspectos defensivos. Y si le sumamos que el rival fue absolutamente una comparsa, pues más preocupante debe de ser para él y su cuerpo técnico haber encontrado tantas falencias.

Dijo la verdad, sin incendiar a alguno de sus dirigidos. Habló con claridad, y eso ya es ganancia.

También aclaró que mejorar en lo futbolístico era imposible por el poco tiempo de trabajo (ni cinco entrenamientos), y eso es verdad, de igual manera.

¿Dijo algo ultra novedoso? No. Pero no escondió las verdades de perogrullo y eso se agradece. También ha dejado en claro que quien no esté a la altura dejará de ser tomado en cuenta (otra obviedad que en los últimos años parecía una locura. Varios tuvieron alquilado su lugar, sin merecerlo).

El camino acaba de iniciar y todo es miel sobre hojuelas. Veremos cuánto duran esta paz y armonía entre el entorno y Javier Aguirre, porque —conforme pase el tiempo— lo dicho en la sala de conferencias deberá reflejarse en el campo, con juego y resultados.

Quizá, en este momento de su vida profesional, estando más allá del bien y del mal, la excesiva presión que suele enloquecer a todos los entrenadores nacionales le haga lo que el viento a Juárez y así pueda ser Aguirre quien inicie el cambio que tanta falta hace en la Selección Azteca.

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