El América le pasó por encima a Chivas, pero el Guadalajara no estuvo a la altura en ningún momento. El clásico del sábado pasado nos entregó la tormenta perfecta para presenciar una goleada de tintes históricos: los contrastes entre ambos equipos. Todo se combinó para que los de Jardine humillaran al rival de toda la vida, a grado tal que el 4-0 se quedó corto.
Por un lado, un equipo que salió a comerse crudo al histórico rival. Unas Águilas hambrientas, dinámicas, solidarias en el esfuerzo y muy precisas. Del otro, un Guadalajara en el que Roberto Piojo Alvarado se dio el lujo de manifestar su molestia por haber viajado un día antes para participar del día de medios de comunicación. Una declaración totalmente desafortunada, que no significa nada dentro de la cancha, pero sí deja claro cómo piensan los referentes del rebaño (así, con minúscula).
Diego Valdés brilló a lo largo de 90 minutos. El chileno, a quien se le reclamaban sus pobres actuaciones en los grandes escenarios, se adueñó del partido. Jugó e hizo jugar. Y, encima, coronó su obra con dos joyas. Su contraparte (o al menos debería serlo) es Alexis Vega. El 10 rojiblanco fue lo opuesto de Valdés. La única manera de describir su participación es que no jugó. Cosa preocupante porque a la hora brava, Alexis Vega nunca demuestra lo que muchos pensamos que es.
Los americanistas entendieron a la perfección el partido.
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Siempre supieron qué espacios ocupar (muchos regalados por el Guadalajara) para dañar al adversario. La inteligencia delas Águilas provocó que siempre alguien recibiera la pelota solo y con exceso de comodidad. Los tapatíos no supieron qué sucedía en el estadio Azteca. A pesar del vendaval, jamás cambiaron su manera de jugar y ni siquiera trataron de imponerse mediante el rigor.
A pesar de la goleada, nadie del América se tiró a la hamaca.
El esfuerzo no se negoció.
La contracara de esto fue la parsimonia con la que Erick Gutiérrez transita la cancha (cosa que, a esta altura, no puede sorprender a nadie). Gutiérrez camina, intenta jalar rivales y con la pelota es intrascendente. ¿Qué habrá pasado con Víctor Pocho Guzmán para pasar de capitán a suplente de Erick Gutiérrez?
¿Qué tan mal habrá jugado el Guadalajara que la defensa improvisada del América lució sólida? El andino Igor Lichnovsky no parecía haber llegado dos días antes, la gran pregunta es: ¿el problema de la central se resolvió o puede ser un espejismo provocado por la falta de oposición?
Sólo el tiempo lo dirá.
Adendum. “Álvaro Fidalgo juega muy bonito, pero le hacen falta asistencias y goles. ¿No?”, me escribió Knut ayer. Tiene razón, o ¿ustedes qué piensan?
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