No lo puedo asegurar, pero creo que todos tenemos momentos en el día que dedicamos exclusivamente a pensar. Puede ser en cómo solucionar un problema, fantasear con algo que queremos o la cuestión irrelevante que se nos ocurrió. Normalmente, esto sucede cuando estamos solos, lejos de lo que día a día rodea nuestro andar.
Me suele pasar en la regadera o en un embotellamiento. Y quien haya estado en la Ciudad de México en diciembre sabe que si algo sobra en esta época es tiempo para cavilar en algún tema en medio del feroz tránsito. Y en estos días, mientras me imaginaba en qué estaban pensando mis vecinos en el Viaducto, me surgió una duda: ¿Para qué sirven los directores deportivos en el futbol mexicano?
En un escenario ideal, un club debe funcionar de la siguiente manera: el dueño pone el dinero y marca el rumbo. El presidente se encarga de administrar ese dinero y contratar al hombre que se encargará del aspecto deportivo. El director deportivo debe ser el responsable de elegir al entrenador y a los jugadores que pondrán en práctica lo que el dueño pretende de su equipo.
Parece bastante simple, pero como en la CDMX avanzar dos cuadras tarda casi una vida, seguí pensando y terminé en el caso específico del Cruz Azul. Y me parece que, ni con 17 meses seguidos de tránsito estilo diciembre, podré entender por qué y para qué existe ese puesto en ese club.
Primero me enfoqué en la etapa Peláez. El exdelantero armó un plantel serio y competitivo que devolvió a La Máquina a los sitios que por historia le corresponden. Un título de Copa y una final de Liga después, vino la debacle. Una crisis de resultados provocó que la directiva despidiera a Pedro Caixinha. Y el grave problema llegó cuando se designó al reemplazo del portugués sin consultar a Ricardo.
¿No estaba claro que esa es labor de la dirección deportiva? Tras las declaraciones virulentas de un directivo (que ni eso era), se dio la renuncia por televisión de Ricardo Peláez. Dejando de lado el papelón mediático, los celestes perdían a su “salvador” tras unos meses de gestión.
Ahora es Jaime Ordiales quien ocupa el cargo. Y, como mínimo, me pareció extraño, fuera de lugar, que se anunciara su llegada en la conferencia de presentación de los refuerzos. ¿No quedamos en que es responsabilidad del director deportivo seleccionar a los jugadores?
Cuando era niño y le pedía a mis primos mayores jugar con ellos, me lo permitían, pero bajo la consigna de que era de “chocolate” (participaba, pero en realidad no era parte del juego). No sé si esa expresión siga vigente, pero me da la impresión de que en La Noria los directores deportivos son de “chocolate”. Escudos humanos para responsabilizar de cualquier fracaso.
Ojalá que los directivos del Cruz Azul usaran el bendito tráfico para pensar en su proyecto. O sólo para pensar.
Adendum. En semana de Navidad hubo que recordarle a Knut que ya se va a jugar la final de la Liga MX.