Que levante la mano quien nunca haya culpado a un superior por una falencia propia; me refiero al “es que la trae contra mí”. Confieso que yo tenía ocho años de edad cuando lo dije por primera vez: había reprobado conducta y, ante la pregunta de mis padres, no sé por qué, pero me salió decir eso.

El “5”

no era producto de que no me paraba la trompa, sino de la maligna maestra que algo tenía en mi contra.

Cabe destacar que me tocó castigo doble, la primera parte por la calificación y la segunda por la pésima mentira. Aún así, no fue la última vez que utilicé ese argumento. Y, con el tiempo, me di cuenta de que es algo muy común entre nosotros; total, siempre es más fácil responsabilizar al otro que asumir nuestros errores. Desconozco cómo sean en otros países, pero en México así somos (no todos, evidentemente).

Marco Fabián

no jugaba, al principio, en el Eintracht Frankfurt porque Nico Kovac “tenía algo contra los mexicanos”, y no porque hubiera un compañero en mejor forma. Al tiempo, ese odiador compulsivo de los nacidos en nuestra patria se olvidó de sus prejuicios y por fin le dio minutos al tapatío.

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Varios años después, fue Gennaro Gattuso quien la traía contra nosotros. A Hirving Lozano no lo utilizaba porque, claramente, tenía un problema personal contra él. Ese argumento se escuchaba cada vez que el Chucky se quedaba en la banca, sin importar cuántas veces el entrenador explicaba los motivos por los cuales no ponía a jugar al fichaje más caro en la historia del Nápoli.

Afortunadamente, el único que no pensó de esa manera fue Hirving Lozano . Tan fácil que hubiera sido abrazarse a ese argumento, emberrincharse e irse a otro equipo. Pero no, el surgido en el Pachuca entendió que —para jugar— tenía que alinearse a lo que su jefe le pidiera (que no era ninguna locura, no le pedía que atajara), se puso a trabajar y poco a poco se ganó volver al 11 inicial.

Antes de decir que un entrenador “la trae contra tal jugador”, hay que entender que ningún director técnico es tan estúpido como para darse un balazo en el pie. Ellos son los primeros que saben que su puesto depende de los futbolistas y, por eso, es casi imposible que —por un berrinche— prescindan de un futbolista de calidad.

Hoy, Lozano juega, pero más allá de eso, es un jugador más completo y más fuerte mentalmente, y —paradojas de la vida— todo se lo debe al “entrenador que odia a los mexicanos”.

Adendum

. Knut sigue indignado por cómo se juegan los clásicos en México. “Ni hue... le pusieron”, me dijo. Y tiene razón, van tres clásicos en el torneo y ninguno fue emocionante.

futbol@eluniversal.com.mx

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