Imagino que es parte fundamental del manual de entrenamiento de todo mexicano en desarrollo, o sea de todos los niños de aquí. Por lo menos a mí me repitieron, hasta el cansancio, que en esta vida había que ser agradecido. Y, por supuesto, ser agradecido va mucho más allá de darle las gracias a quien te sirve un refresco. Ser agradecido es sinónimo de ser una persona de bien. A lgo así se decía hasta el hartazgo en mi casa.

¿A cuento de qué viene este tema? Pues resulta que, a lo largo del fin de semana, ese concepto me estuvo dando vueltas en la cabeza, porque en el futbol mexicano —entre muchas otras cosas— falta ser agradecido con los próceres que contribuyeron a enaltecer a los distintos clubes. Por ejemplo, de los 17 estadios de la , sólo uno está nombrado en honor a una persona fundamental en la historia de la institución: el Nemesio Díez del Toluca.

A Luis Roberto Alves Zague,

192 goles y varios desaires después, se le entregó un cenicero como reconocimiento por su gloriosa trayectoria en el América. Sí, el máximo goleador en la historia del América se retiró en el Necaxa y ni una covacha en Coapa lleva su nombre. Cuauhtémoc Blanco, máximo ídolo de los forjados en la cantera americanista, rogó y rogó por despedirse como profesional en el club. No hubo caso. El partido con el número 100 ante Monarcas no cuenta. Blanco merecía, al menos, un semestre vestido de amarillo.

Fue más fácil que se construyera en Cuautitlán Izcalli un estadio en honor a Hugo Sánchez , a que se pusiera a alguna instalación del cuadro universitario el nombre del mejor futbolista en la historia del club, del país y —encima— el tipo que, como entrenador, ganó dos títulos al frente de los Pumas. Ante esto, es difícil no recordar a Hugo quejándose de los cangrejos.

José Cardozo se fue de Toluca y a Francisco Palencia le cerraron las puertas de su casa. Ahora, la nueva víctima se llama Ricardo Ferretti. El simple hecho de que no le cumplan lo prometido (de palabra, le aseguraron la renovación), es indignante. A nadie se le debe hacer eso y menos a la persona más importante en la historia de la institución felina. El Tuca no merece irse entre rumores y en un ambiente enrarecido.

Por supuesto que la dirigencia tiene todo el derecho de decidir cambiar de entrenador; faltar a su palabra queda en ellos. Pero también, la directiva está obligada a darle una despedida con todos los honores a Ferretti. Desde aquí, humildemente, se propone que —en cuanto se vaya el Tuca— el estadio Universitario pase a llamarse “Estadio Ricardo Ferretti ”.

Adendum. Knut

anda insoportable. “Quiero al América en la final”, eso me mandó anoche por mensaje. La verdad, ya nunca le respondo.

futbol@eluniversal.com.mx

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