Esta semana iniciará la fase final del campeonato mexicano. Decir que inicia la mejor parte de nuestro futbol es una verdad tan grande como una casa, pero no es la única manera de percibir a las emociones que —seguramente— viviremos en las próximas semanas. Y no se trata de una visión pesimista, pero también es un hecho que cada buen partido de repechaje o Liguilla es una muestra de la gran mediocridad que supura la Liga MX.

Suena a locura decir que los mejores partidos son muestra de la medianía del certamen, pero es irrefutable. ¿Por qué se ofrece un buen espectáculo tan pocas semanas en México? Esa es la pregunta que hay que responder. Queda claro que el bajo nivel de un altísimo porcentaje de los partidos de las 17 fechas del torneo, es producto del sistema de competencia. ¿O no son los mismos jugadores los que nos regalan 17 jornadas esperpénticas y los que brillan en la fase definitiva?

Esos mismos jugadores y entrenadores tienen absolutamente claro que el torneo regular (la porción más grande del pastel), es simplemente una etapa clasificatoria, y por eso no es necesario emplearse a fondo. Total. Lo importante es llegar bien a lo que realmente vale. El Monterrey cosechó 40 puntos, 21 unidades más que Santos, que entró de rebote al repechaje, y esa cantidad y el gran torneo de los Rayados pueden significar nada en la Liguilla (no enloquecí, es un simple ejemplo. Considero al Monterrey el gran candidato al título).

Supuestamente, este será el último torneo con reclasificación (todo puede pasar). En lo personal, aunque las series de eliminación directa me encantan y considero que el repechaje nos ha regalado partidos de excelente calidad, considero que el que exista la repesca fomenta la mediocridad durante esas 17 jornadas en las que vamos mendigando por algunos minutos de buen futbol.

Hay quienes consideran que la Liguilla atenta contra la justicia deportiva; no es mi caso. Las reglas están claras desde el principio y así no hay manera de ser injustos con nadie. Durante el torneo regular, se juegan 153 partidos, y en la fase final se disputan 18 encuentros.

La parte buena representa el 11% de los partidos que se juegan cada semestre en nuestro país. ¿Les parece lógico que nos chutemos un 89% de partidos en los que difícilmente disfrutamos del máximo potencial de los equipos?, ¿no sería fundamental trabajar para mejorar la calidad de lo que precede “lo bueno”?

Adendum. “Es impactante cómo mejoró Henry Martín con los años”, me escribió Knut, con toda la razón. El yucateco ya es más que un simple delantero, es un futbolista en toda la extensión de la palabra.

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