Más para mal que para bien, La Red Avispa (Wasp Network, 2019), de Olivier Assayas, se comporta como serie de televisión. La imagen es bonita pero inexpresiva y la edición brinca de una trama a otra para construir, más que carácter o ideas complejas, anécdota. Sin embargo la película no me parece tan despreciable como a los críticos que la vieron a finales de 2019 en Venecia y Toronto. Quizá porque la versión que se acaba de estrenar en Netflix es distinta —insatisfecho con las primeras reacciones, Assayas volvió a editar la película antes de su estreno—, o quizá porque, aunque se desvía de sus mejores toques estilísticos, La Red Avispa no dista de los temas usuales del gran director francés.

Situada a principios de los 90, la película narra la historia de un grupo de espías cubanos infiltrados en organizaciones que sabotearon al régimen de Fidel Castro mediante bombardeos y balaceras en Cuba. A diferencia de su épica de más de cinco horas, Carlos (2010), en La Red Avispa Assayas no parece interesado en una reconstrucción precisa de los hechos —una intención que recibo con gratitud después de aquel cansado currículum del revolucionario Ilich Ramírez Sánchez— sino en contradecir la idea universal de la comunidad cubana en Miami como una inocente red de víctimas del castrismo. El gobierno cubano también recibe unos merecidos manotazos pero Assayas parece más interesado en equilibrar la aparente idea central de Carlos: que el empleo de la violencia logró, durante la Guerra Fría, la autodestrucción de la izquierda. Resulta, según lo que vemos en La Red Avispa, que el blanco de Assayas no es propiamente uno u otro bando, sino la violencia misma. A pesar de ello, los exiliados cubanos son claramente los villanos que terminan incluso más moreteados que el protagonista de Carlos.

Aunque La Red Avispa es una película de espías, Assayas recurre a convenciones del cine de gangsters para representar a la Fundación Nacional Cubano Americana (CANF, por sus siglas en inglés). No es una decisión particularmente original, si pensamos que Jean-Pierre Melville hizo algo similar en El ejército de las sombras (L'armée des ombres, 1969), que miraba con desilusión a la Resistencia Francesa, sin embargo sí la creo audaz por sus implicaciones políticas. La idea general de Cuba es la de un país miserable bajo una dictadura malévola pero La Red Avispa comienza informándonos que sus carencias se deben, más bien, al brutal embargo de Estados Unidos. Más adelante comenzaremos a ver a los protagonistas, René González (Édgar Ramírez) y Juan Pablo Roque (Wagner Moura), entregando información al FBI o enriqueciéndose como Tony Montana en Cararcortada (Scarface, 1983). Juan Pablo, de hecho, es quien tiene una vida muy similar a los arcos narrativos del crimen organizado.

A diferencia de René, a Juan Pablo no le molesta pilotear aviones para repartir la cocaína que financia las actividades anticastristas. Al contrario, le complace ganar lo suficiente para pagarse un Rolex y una boda fastuosa con su prometida, Ana Margarita (Ana de Armas). La fiesta evoca la que abre El padrino (The Godfather, 1972), donde una comunidad de migrantes celebra un ritual lujoso con la música de su patria. Escondido de todos, Jorge Mas Canosa (Omar Ali), el presidente de la CANF, se toma una foto con los recién casados y les da su bendición de mala gana. Le falta, claramente, el carisma de don Corleone, pero no su cariz siniestro.

No es sino hasta la mitad de La Red Avispa que nos enteramos del bando al que en realidad pertenecen René y Juan Pablo. En un montaje musicalizado por “Wipe Out”, de The Surfaris, un narrador nos explica cómo opera la llamada Red Avispa, coordinada por Gerardo Hernández (Gael García) y diseminada en distintas organizaciones de exiliados en Miami. A partir de ahí se esclarecen muchas cosas, desde el género de la película hasta sus moralizaciones, pero sobre todo Assayas comienza a enfocarse en el efecto de la Historia sobre sus personajes. En la intimidad de cada uno nos encontramos con una imagen de la voluntad individual pisoteada por la Guerra Fría. Olga Salanueva (Penélope Cruz), la esposa de René, se queda en Cuba, convencida de que su esposo es un traidor; su pequeña hija crece defendiendo la reputación de su padre. Ana Margarita sufrirá un revés insoportable y el desenlace subraya la naturaleza vengativa de la justicia en Estados Unidos.

Desafortunadamente, Assayas llega a sus conclusiones a partir de un desarrollo didáctico, es decir, todas las ideas en la película parecen deletreadas, a diferencia de su filmografía anterior, que destacó por incursionar en el cine de género sin caer en sus trampas, entre ellas la claridad. Fantasmas del pasado (Personal Shopper, 2016), por ejemplo, se valió del amontonamiento de misterios para no resolver ninguno y construir, mejor, una poética representación de lo paranormal. Pero, en contraste, La Red Avispa se ve plana. Aunque Yorick Le Saux y Denis Lenoir, colaboradores habituales de Assayas, dirigen la fotografía, no hay en la película imágenes que hagan algo más que decorar, es decir, el estilo en general, como el de la televisión, está diseñado sólo para ilustrar el guión aunque el arte cinematográfico —Assayas, que fue crítico, lo sabe mejor que muchos— busca en la imagen, el sonido y el corte su genuina elocuencia. Algunos fundidos, para colmo, nos niegan las imágenes más emocionantes, salvo por una persecución aérea, pero al menos en eso se puede argumentar una intención que evita lo mercantil. Assayas podrá haber hecho con La Red Avispa su película más simple, pero al menos parece producto de una inesperada torpeza y no de una traición a sus apasionadas ideas.

La Red Avispa se presenta ahora en Netflix: https://www.netflix.com/es/title/81000201

Twitter:@diazdelavega1

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