Una estrategia muy recurrente en el sistema judicial cuando de lo que se trataba era de vengarse más que de aplicar justicia era detener al presunto inculpado un viernes por la tarde-noche, para que el fin de semana lo pasara en los separos, hasta que el lunes la actividad burocrática volviera a la normalidad y pudiera salir libre. Le aplicaron el clásico “sabadazo” se decía.
Lo mismo ocurre con las medidas gubernamentales impopulares, que se aplican en vísperas de algún feriado, para que el ánimo festivo de la gente nublara los posibles efectos negativos que ocasionaran las decisiones.
Hoy vivimos en un “sabadazo” digital permanente. No hay un solo tema que pueda insertarse en la conversación sino viene aderezado por el Covid-19 y sus implicaciones sociales, económicas, y desde luego en salud.
Este mismo lunes EL UNIVERSAL nos despierta con la noticia de que el domingo 19 de abril, en pleno confinamiento semivoluntario-semiobligatorio, ha sido el más violento en lo que va del año. Se cometieron 105 homicidios dolosos. Cada hora en promedio, casi cinco personas eran asesinadas, mientras usted y yo veíamos las pantallas de nuestros ordenadores o dispositivos móviles, entretenidos por el raro zipizape de TV Azteca con el subsecretario de Salud y sus cifras sobre el avance del coronavirus en México.
De acuerdo con datos de activistas y del Senado, las llamadas de auxilio a los números de emergencia se han incrementado por zonas en el país, desde un 30% y hasta un 100%. Mientras que en el periodo comprendido del 16 de marzo al 14 de abril fueron asesinadas 209 mujeres y se presume que de estos, 163 agresiones pueden ser calificados como feminicidios. Incluso hay organismos que aseguraban, hasta la semana pasada, que más mujeres morían víctimas de la violencia feminicida que a causa del nuevo coronavirus.
Hace menos de una semana México vivió la crisis diplomática y comercial más intensa de la que se tenga memoria en el pasado reciente. El “berrinche” oficial para negarse a reducir la producción de petróleo colocó al país en un punto de franca vulnerabilidad. Aunque en el discurso oficial la derrota quiso ser vendida como ovación, pero al final la verdad salió a relucir. La verdad, no sólo de los hechos, sino de las consecuencias. Hoy estamos viendo como la calificación de la paraestatal Pemex se degrada de manera vertiginosa. Y como las proyecciones de recesión para nuestra economía avanzan a pasos agigantados.
Pero ninguno de estos temas es relevante en la agenda digital. Antes de febrero estos asuntos podrían haber sido calificados como un auténtico escándalo. Habrían ocasionado verdaderos linchamientos y cruentas batallas en los medios sociales digitales entre los defensores a sueldo y per se del régimen y los críticos del mismo. Pero no. Nada ocurre. Nada que no tenga que ver con el coronavirus.
Ya lo habíamos anticipado en anteriores entregas que lo que en su mayoría se consume informativamente hablando tiene que ver con el coronavirus. No sólo es que exista una oferta sobre el tema, sino que se demanda de manera exagerada que se hable más, que se escriba más, más y más coronavirus.
No cabe duda que vivimos en un sabadazo digital. Cualquier cosa podría pasar ahora y no se ve por dónde la gente pueda también voltear a los demás problemas que inciden e incidirán en el corto y mediano plazos.