Cuauhtémoc Cárdenas carga sobre sus hombros la pesada carga de ser el hijo del general, del presidente que recogió, como ninguno otro, los reclamos del pueblo y le dio el rostro social a la Revolución Mexicana; el que derrotó al Jefe Máximo, emprendió una reforma agraria de alcances nunca vistos y expropió el petróleo.

Salvo algunas excepciones —como su participación en el Movimiento de Liberación Nacional—, Cuauhtémoc se desempeñó dentro de la alta burocracia gubernamental sin apartarse de las reglas del sistema, ni siquiera como gobernador de Michoacán mostró un perfil propio, sin embargo, en 1986, con Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y otros, constituyó la Corriente Democrática que, dentro del PRI, se opuso a que el presidente de la República siguiera siendo el Gran Elector.

Al final de cuentas, la Corriente Democrática rompió con el PRI y, sumando una serie de partidos satélite y morralla política (PPS, PARM, excomunistas, ex priistas, exceuistas, etc.) contribuyó a la creación del Frente Democrático Nacional (FDN) y fue su candidato a la Presidencia de la República.

Después del fraude de 1988, Cuauhtémoc resistió las presiones de algunos de sus compañeros de tomar el poder que les habían robado a la mala, en su lugar puso toda su energía y liderazgo al servicio de un nuevo proyecto: el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Por cierto, la integración de Manuel Bartlett —el gran protagonista de aquel fraude—, al gabinete de López Obrador, constituyó una afrenta para quienes lucharon por abrir cauces democráticos al país.

En las últimas tres décadas, el ingeniero Cárdenas fue un actor principal de la transición democrática, pero cometió el error de no mantenerse como líder moral, disputó y ganó el gobierno de la Ciudad de México donde su administración transcurrió sin pena ni gloria. Allí perdió mucho de su liderazgo.

Cuauhtémoc conoce como pocos a López Obrador, reprueba la megalomanía del tabasqueño que lo lleva a ubicarse a la altura de los grandes héroes de la patria, sabe que poco ha hecho este gobierno para atender los graves problemas del país, pero entiende que hoy es el líder indisputable de la izquierda y que en un encontronazo saldría perdiendo.

Sus ocasionales deslindes respecto de las decisiones de Andrés Manuel habían sido ignoradas por el tabasqueño, pero hoy su participación en el grupo convocante del Colectivo por México le dio al presidente el momento que esperaba para el deslinde y lo hizo de una manera infame, ubicándolo del lado de la oligarquía, es decir, contra el pueblo. Esta censura es una especie de parricidio porque su ascenso de activista social en Tabasco a líder de estatura nacional, jefe del gobierno capitalino y candidato a la Presidencia de la República no se explican sin el apoyo del ingeniero Cárdenas.

Frente a las majaderías, la reacción de Cuauhtémoc fue timorata y su alejamiento del colectivo deja un vacío que nadie llenará. Por su parte, Andrés Manuel convertido en El Supremo, advierte que este es un momento de definiciones (y de intimidaciones): estar con el pueblo, es decir, con quien lo encarna, o sea él, o estar con la antipatria.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario. @alfonsozarate

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