[…] las mayorías no son la expresión de la democracia. Hitler tenía un apoyo de la mayoría pero enviaba a las minorías a los campos de concentración… La democracia es el gobierno de todos: mayorías y minorías. —Carlos Rosellini
Si algo muestra la solidez de una cultura democrática es la observancia de la ley, el respeto a los adversarios y a las minorías y, al propio tiempo, la madurez para reconocer los resultados cuando les son adversos.
Andrés Manuel López Obrador ha sido un mal perdedor (en mi libro Un gobierno fallido, Enrique Peña Nieto y la sucesión presidencial lo definí como “El hombre que no sabía perder”) y sus cuadros en Morena, empezando por su gerente, Mario Delgado, siguen las enseñanzas de su maestro, su doctrina es el odio.
En estos días observamos, atónitos, el llamado de Morena y sus aliados a linchar a sus opositores. Ese comportamiento no es nuevo, cómo ignorar las amenazas lanzadas por Félix Salgado Macedonio —gobernador en la sombra del estado de Guerrero— al consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, advirtiéndole que conocían su domicilio, al tiempo que irrumpía en el escenario, como mensaje ominoso, un ataúd negro con la leyenda: “Cuenta los días, rata, demonio”.
Ante el rechazo a la iniciativa presidencial en materia eléctrica se ha desplegado una campaña de intimidación que está llegando a niveles inauditos: la diputada del Partido del Trabajo, Margarita García, dijo que los opositores “merecen ser crucificados”; Ignacio Mier habla de fusilarlos “pacíficamente”, pero agrega: “como les sucedió a sus bisabuelos políticos Miramón y Mejía”; y Mario Delgado anuncia que los denunciará penalmente por traición a la patria.
Señalar a los diputados que votaron en contra de la propuesta del Ejecutivo como traidores a la patria y exhibirlos con sus rostros y sus nombres es de una vileza extrema; varios legisladores de oposición han sufrido ya amenazas de muerte y otros, daños en sus domicilios y en sus vehículos.
Lejos de intentar construir una relación respetuosa con otras fuerzas políticas, lo que favorecería construir los acuerdos para sacar adelante otras reformas constitucionales, lo que están haciendo Morena y sus cofrades es dinamitar puentes, mostrando su vena violenta e incitando las más bajas pasiones de los sectarios que abundan en sus filas.
La discrepancia política no es traición a la patria. “Mayorías y minorías —decía don Jesús Reyes Heroles— constituyen el todo nacional y el respeto entre ellas (es) base firme del desarrollo, del imperio de las libertades y de las posibilidades de progreso”.
El presidente amenaza, calumnia y desacredita. Por eso, la repugnante campaña de odio que ha desatado Morena no es sino la derivación natural de la tirria que cada mañana suelta el presidente hacia quienes piensan distinto o quienes, como Carlos Loret, se atreven a exhibir la falacia de su supuesta superioridad moral y las desviaciones de los suyos: hermanos e hijos incluidos.
Es muy corta la distancia que separa la estridencia en las palabras y la violencia verbal de la violencia física. Los demonios andan sueltos, diría el clásico. Tiempo de canallas.
@alfonsozarate