Más que preguntarnos por qué renunció Tatiana Clouthier, deberíamos preguntarnos por qué la hija de Maquío —figura legendaria de la oposición democrática—, una mujer con ideas propias y echada para adelante, aceptó formar parte de un equipo en el que no caben las disonancias.

¿Por qué aceptó jugar en el gabinete de un sabelotodo que no escucha y no convoca a los mejores, sino que se rodea de los más obsecuentes; un hombre que le exige a sus colaboradores lealtad ciega, que dice que gobernar no tiene ciencia y que le asigna un 90 por ciento del valor de un funcionario a la honestidad (léase incondicionalidad) y el restante 10 a las capacidades?

¿Por qué aceptó que la pusieran al frente de una Secretaría que reclama otro perfil, distante al de una maestra en letras inglesas que, en el colmo, carecía de experiencia en materia de economía y comercio? No había nada en su trayectoria que la preparara para conducir la Secretaría de Economía y menos en un momento tan complejo, cuando está en curso la controversia sobre las presuntas violaciones al TMEC por parte de México en materia energética. Otra, en su lugar, pagará los platos rotos si el Presidente mantiene su postura filosófica de: “voy derecho y no me quito”.

A Tatiana Clouthier y, sobre todo, a su apellido, los usó Andrés Manuel para simular un cierto equilibrio ideológico y mandar un mensaje a sectores de las clases medias y alta.

Se supone que los secretarios de Estado son expertos en el ramo que se les encomiendan. En el siglo XX algunos como Jaime Torres Bodet, Javier Barros Sierra, Jesús Reyes Heroles o Fernando Solana, le dieron lustre al gabinete. Pero el equipo del presidente López Obrador resalta por la mediocridad y nulidad de sus integrantes.

El texto de su renuncia es anodino, no corresponde al carácter de la combativa activista. No tiene la contundencia de las renuncias de Carlos Urzúa o de Germán Martínez, ni la dignidad de la de Javier Jiménez Espriú, menos aún la valentía con la que Gilberto Valenzuela le renunció a Plutarco Elías Calles.

Tras anunciar su renuncia, Tatiana salió desencajada y despavorida de Palacio Nacional, ¿qué les habrá dicho a sus hermanos, a Manuel, especialmente, que mantiene una postura crítica, inclemente, hacia este gobierno depredador? ¿Qué les dirá a sus amigos de siempre? ¿De verdad se sumará a la porra de un gobierno menguante que, contrario a sus convicciones, le ha entregado poder y negocios a los militares? El lunes, en una conversación con el periodista Enrique Galván Ochoa, dejó asomar sus sentimientos por una rendija: “una jauría rodea al Presidente y no deja avanzar los proyectos, le llevan mentiras”.

Posdata

En 1925, Gilberto Valenzuela Galindo, secretario de Gobernación, le renunció a Calles en estos términos: “hay dos razones para una renuncia, señor presidente: cuando el presidente le pierde la confianza a su secretario y cuando el secretario le pierde la confianza al presidente, yo estoy en este segundo caso”.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario
@alfonsozarate