“En eso no me voy a meter”: Andrés Manuel López Obrador
Como si una granada de fragmentación hubiera estallado en plena sala de la casa donde estaba reunido el presidente con los miembros más destacados de su gabinete político, la carta-denuncia de Julio Scherer confirma su dura confrontación con Olga Sánchez Cordero y Alejandro Gertz Manero. Una confrontación en la que nadie se salva.
El atropellamiento de la ley ha caracterizado a este gobierno: instrucciones presidenciales para incumplir la Constitución, maniobras en el Congreso para prorrogar el mandato del ministro Zaldívar, intentos de gobernar con decretazos, optar por la “justicia” por encima de la ley… todo ante la aquiescencia del consejero jurídico y de una jurista investida como responsable de la política interior, piezas claves en la procuración y administración de justicia que han dispuesto de su enorme poder para torcer las leyes hasta extremos inadmisibles.
Julio Scherer, el casi hermano del presidente, denuncia el comportamiento faccioso de doña Olga en connivencia con el fiscal general de la República y la describe armando expedientes en su contra e intercediendo ante el presidente para lograr la libertad del “abogado del poder”. Y para coronar la denuncia, el presidente dando línea: “si reparan el daño que queden libres”.
Además de las erráticas decisiones presidenciales de reconfigurar responsabilidades y funciones, lo que exhibe este pleito es la utilización del enorme poder que les entregó López Obrador, para sus ajustes de cuentas. El exconsejero jurídico de la Presidencia, el fiscal general de la República y la presidenta del Senado metidos en una pugna de baja estofa en la que las venganzas y los amarres personales llevan, según Scherer, a ofrecer un “criterio de oportunidad” para Juan Collado a cambio de fabricarle delitos al consejero jurídico.
Invasión de funciones, tráfico de influencias, extorsiones multimillonarias, mientras el presidente de la República saca su pañuelo blanco, lo agita, y anuncia que ya se acabó la corrupción de los de arriba.
Los desatinos en la integración del equipo: Olga Sánchez Cordero pudo ser la consejera jurídica en lugar de Scherer; éste pudo ser el coordinador de asesores en vez de Lázaro Cárdenas Batel, y Gertz, secretario de seguridad pública, en lugar de Durazo. Pero al presidente no se le da lo que es una condición indispensable para un líder: la inteligencia para escoger al hombre indicado para cada puesto.
Pero no se trata de la confrontación de dos proyectos de país, ni siquiera de dos proyectos políticos en el marco de la sucesión, sino de algo más prosaico: la disputa por cuotas de poder, las ansias de satisfacer intereses bajunos; una disputa que no se lleva a los tribunales (todavía no), sino a las carpas mediáticas mediante filtraciones, emisarios y golpes bajos.
En un escenario en el que se agolpan los asesinatos de periodistas y los feminicidios, el desabasto de medicamentos, el maltrato a la educación pública, “la casa gris” en Houston y las intercepciones telefónicas, lo que sobresale son las miserias de esta clase gobernante. Lejos de la “honestidad valiente” y de la “austeridad republicana”, quedan solo las bajas pasiones: traiciones, amenazas, confabulaciones.
@alfonsozarate