Durante muchos años, no poca gente acostumbraba descalificar algunos comportamientos o decisiones improvisadas, ridículas o absurdas advirtiendo que no estábamos en un “país bananero”.
Hoy México se ha convertido en eso, un país bananero. Son múltiples las evidencias de esta degradación: un candidato que con el mayor descaro gritaba: “al diablo con sus instituciones” y que, sin embargo, fue electo; que ordenó cancelar el nuevo aeropuerto de Texcoco tirando a la basura 300 mil millones de pesos... Un presidente que decía que “gobernar no tenía ciencia” y que para designar a un funcionario lo que contaba era 90% de honestidad y 10% de capacidad.
Regiones enteras del país están sembradas de fosas clandestinas y, ante la violencia brutal, sus habitantes viven con miedo, y mientras tanto el gobierno le ofrece abrazos a los criminales... Órganos supuestamente autónomos —como el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral (TEPJF)— le conceden al partido oficial el 74% de las representaciones con el 54% de los votos, lo que le permite modificar la Constitución y las leyes a su antojo.
¿Más evidencias del país bananero? La designación como ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de Lenia Batres, la “ministra burra”; un gobernador, el de Sinaloa, que reconoce que no se puede gobernar sin acuerdo con el narco; la postulación como legisladores de finísimas personas como Félix Salgado Macedonio, acusado de acoso sexual, y Gerardo Fernández Noroña, uno de los políticos más vulgares y estridentes, electo como presidente del Senado de la República.
Para atender el desabasto de las medicinas, Andrés Manuel ordenó la construcción de una megafarmacia que tendría todas las medicinas del mundo y las haría llegar en menos de 48 horas a cualquier punto del país (la farmaciota solo ha surtido seis recetas por día en promedio).
Una reforma que desaparece al Poder Judicial como construcción democrática y que para eso monta una escena grotesca: la sala de plenos del Senado de la República convertida en el salón de sorteos de la Lotería Nacional, una tómbola define las plazas que habrán de ser sustituidas en la elección de junio de 2025; no cuenta la experiencia, ni los saberes jurídicos ni las trayectorias.
Pero nada de esto nos llevaría a concluir el quebranto del país sin considerar a una mayoría del electorado que le otorgó un poder inmenso a una clase política facciosa y mediocre. ¿Treinta y cinco millones de votos le entregan a Claudia Sheinbaum todo el poder para hacer lo que le venga en gana? Bibiana Belsasso (La Razón) ofrece un contrapunto interesante: Mario Bezares, Mayito, obtuvo 39 millones en el reality show La casa de los famosos: cuatro millones más que los que obtuvo la doctora Claudia Sheinbaum. Así está la cultura cívica del mexicano.
Somos el hazmerreír del mundo. Solo seis años bastaron para convertir nuestra precaria democracia en un país bananero.
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario. @alfonsozarate