-¿Sabías que los cocodrilos vuelan?

— No hombre, no digas tonterías.

— Es que oí al Señor decir que los cocodrilos vuelan.

— Bueno, sí, pero bajito.

El viejo chiste refleja hasta dónde pueden llegar los extremos de la abyección; las ideas más disparatadas son aceptadas, replicadas y defendidas si salen de la boca del sujeto endiosado.

“Inventaron lo de los exámenes de admisión. Lo ideal es que todos los que quieran ingresar a la universidad puedan hacerlo y que se supriman los exámenes de admisión”, dice convencido Andrés Manuel y nadie se atreve a decirle que entre los muchachos —está en la naturaleza humana— hay buenos y malos estudiantes, los que tienen habilidades para una cosa, pero no la tienen para otra, los hay flojos y esforzados. Nadie le dice que las instituciones de educación superior tienen que establecer criterios para el ingreso y que los estudios profesionales reclaman ciertas cualidades porque de lo contrario las consecuencias serán brutales: ingenieros cuyos puentes o edificios se vengan abajo, médicos a los que se les mueran sus enfermos, administradores que gasten a lo tarugo, sin planeación ni control… Suprimir los exámenes de admisión y eliminar las evaluaciones, serían la manera más efectiva para avanzar hacia un país de profesionales mediocres, hacia un país mediocre.

Pero esa obsecuencia habla también de la indignidad de quienes no se atreven a advertirle al presidente sus errores, de los costos de sus desatinos, que no puede gobernar con ocurrencias; aunque se cree un hombre sabio, no tiene idea de la complejidad que significa gobernar y se niega a escuchar a quienes sí saben.

¿Por qué callan quienes tienen el deber de aconsejarlo?, quizá por el miedo a recibir una reprimenda pública, o que los despida o, mucho peor, que los denuncie como traidores a la patria.

En Inglaterra, la renuncia de varios ministros desencadenó la de Boris Johnson. El locuaz primer ministro mantuvo su frivolidad hasta el final. Aquí, las renuncias de Carlos Urzúa y Germán Martínez y hoy del fiscal del caso Ayotzinapa, Omar Gómez Trejo, han sido garbanzos de a libra. Se necesita mucho valor civil y mucho respeto por el nombre que heredarán a sus hijos, para deslindarse de un gobierno insensato, oscuro, corrupto e inepto.

Muy pronto habrá concluido este gobierno y a quienes formaron parte del gabinete se les reclamará su cobardía, se les denunciará por su complicidad en decisiones que están dejando severos daños a las instituciones y se les preguntará ¿por qué obedecieron ciegamente a un hombre con evidentes trastornos?, ¿por qué callaron como momias ante la destrucción institucional?

Pero la abyección no se reduce al círculo de la más alta burocracia, comprende también a la mayoría de los hombres más ricos de México y a casi todos los que encabezan los organismos empresariales. Acarreados de cuello blanco que acuden dóciles a desayunar tamales de chipilín en Palacio Nacional, fifís reconvertidos en lacayos del mismo sujeto a quien, en privado, juzgan como un peligro para México. La democratización de la abyección.

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Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario
@alfonsozarate

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