El Partido Verde es una organización criminal encubierta con la fachada de partido. Desde sus inicios los verdaderos dueños del negocio mostraron su condición de mercenarios. Son innumerables los episodios que prueban de qué está hecho. Sin embargo, su astucia política, la laxitud de las leyes, la lenidad de la mayoría de los consejeros del INE y la ingenuidad de muchos electores les ha permitido conservar el registro y preservar o, incluso incrementar sus cuotas de poder.
Pero no es el único caso de tramposos con licencia para lucrar, allí está también el Partido Encuentro Solidario, hoy Encuentro Social (PES), conducido por un grupo de evangélicos, con Hugo Eric Flores Cervantes al frente.
Y el hombre que todos los días presume su superioridad moral va construyendo la viabilidad de su proyecto de transformación en alianza, precisamente, con los “verdes” y los evangélicos taimados e inescrupulosos en la confección de esa mezcla oscura de negocios, religión y política.
Y mientras esos aliados lucran con recursos públicos y multiplican sus cotos de poder (en la Cámara de Diputados el Partido Verde pasa de 11 a 44 representantes) los seguidores del presidente simplemente vuelven la vista para otro lado o callan como momias frente a la aberración de un proyecto que se reclama superior moralmente, pero que va de la mano con esos partidos que son ejemplos de degradación moral.
Aunque el electorado no se tragó el nuevo disfraz del Partido Encuentro Social, sí le entregó a los “verdes” un descomunal número de diputados y la gubernatura de San Luis Potosí, con un personaje de oscura trayectoria.
La receta de los verdes es simplona pero efectiva: postulan como candidatos a figuras públicas: artistas, deportistas, caras bonitas y, en segundo lugar, construyen una oferta que aun siendo inconstitucional (como la de pena de muerte a los secuestradores), recoge un clamor social y funciona muy bien como “engañabobos”.
La violencia escala
El país se desangra y el horror se expande. El 19 de junio varios grupos de sicarios recorrieron cinco colonias de Reynosa en Tamaulipas para dispararle a la gente común que transitaba por las calles. Hoy podemos hablar sin exagerar de narcoterrorismo. El viernes 25 de junio al menos 18 personas, al parecer integrantes de grupos criminales, murieron en un enfrentamiento en Zacatecas. Mientras la mancha avanza, a muchos —los aguacateros, por ejemplo— solo les queda defenderse por sí mismos.
Lo primero a decir frente a estos horrores y mientras la sociedad vive con miedo, es que el fracaso de las autoridades —cuya responsabilidad primaria es garantizar la seguridad de las personas en su patrimonio y en sus vidas— es rotundo.
Las policías municipales están totalmente rebasadas, también las estatales, y la Guardia Nacional no tiene forma de cumplir su cometido. Esta escalada de violencia criminal reclama una respuesta distinta de parte de las autoridades. Ya se perdieron tres años. Sin embargo, nada sacude las certezas del presidente y su dictum “abrazos, no balazos”. El país está en calma. ¿Lo está?
@alfonsozarate