Vicente Fox Quesada, El Alto Vacío, como lo apodó con agudeza Porfirio Muñoz Ledo, fue el decepcionante primer presidente de la alternancia que inició su gestión convirtiendo un acto religioso (su visita a la Basílica de Guadalupe), en un acto de propaganda, acudiendo después a una reunión con niños de la calle en el barrio de Tepito y de allí pal real, una serie de desfiguros que incluyeron la integración en su gabinete de los “supergerentes” que supuestamente habían sido reclutados por head hunters, y el debut en España de las botas de charol.

Adelantándose a los tiempos y rituales que solían marcar el arranque de la carrera presidencial, tres años antes de la jornada electoral, el entonces gobernador de Guanajuato anunció su intención de competir por la Presidencia; interrogado sobre las razones para un autodestape tan prematuro, respondió con su lenguaje rupestre: “porque buscar la Presidencia no es enchílame la otra”.

Su estilo dicharachero, antisolemne y su oferta de meter a la cárcel a los “peces gordos” sedujeron a millones de electores. Pero en su triunfo contó, sobre todo, el desgaste del PRI, el grueso del electorado emitió un voto de castigo. El año 2000 marcó el final de un largo periodo de preeminencia del Partido de la Revolución Institucionalizada. La retahíla de crisis de fin de sexenio, que mostraba el agotamiento del viejo régimen, inició en 1968.

Otro de los atropellos de Fox consistió en enmendarle la plana a la Constitución que establece el carácter unipersonal del titular del Poder Ejecutivo: habló de “la pareja presidencial” y confesó, sin rubor, que solía compartir las decisiones de gobierno con la señora Marta; los unía también su proximidad al padre Marcial Maciel y al Regnum Christi.

Tras varios años de cuchicheos sobre su relación oculta, el sábado 30 de junio de 2001, los rumores cobraron realidad: Fox y Marta se convirtieron en marido y mujer; antes lograron grotescas anulaciones eclesiásticas de sus bodas. Un chiste que expresaba la percepción social era este: “—¿Sabes por qué el Estado Mayor Presidencial da protección especial a Marta Sahagún? —Porque si le pasara algo, gobernaría Fox.” Pero era más que un chiste: Marta era el poder tras el trono, La Señora Presidenta.

Ya instalada en la chifladura, en el 2006, la señora Marta intentó suceder a su marido. El secretario particular de Fox, Alfonso Durazo (actual secretario de Seguridad y Protección Ciudadana), dimitió en junio de 2004 con un anchuroso texto en el que denunciaba los afanes dinásticos de la mujer del presidente, con el patrocinio de su marido.

Desde su posición de señora del gran poder, Sahagún convocaba a La Cabaña en Los Pinos a empresarios a quienes proponía negocios para sus hijos. Entrevistado por aquellos días Manuel Bribiesca, su esposo por 30 años, no ocultó su talante cínico: “Si mis hijos no aprovecharan la posición de su madre, serían pendejos”.

El gobierno de Fox y Marta estuvo plagado de desaciertos: hizo crecer desmesuradamente a la alta burocracia y sus percepciones; permitió una “reingeniería gubernamental” absurda y torpe, dilapidó el bono democrático y los recursos extraordinarios por los altos precios internacionales del petróleo… Quizás uno de sus errores mayúsculos fue la manera en que su gobierno pretendió negociar con la comunidad de San Salvador Atenco la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México: una oferta ridícula de $7.20 pesos por metro cuadrado, que llevó a una protesta con los machetes desplegados que frenó ese proyecto, lo que mucho es de lamentar.

Lejos de ser el gran presidente que pretendía, Fox fue solamente un presidente grandote y Marta fue más que su cómplice, un ente perverso que gozó del poder ante la renuncia a ejercerlo de su marido.

Presidente de GCI.
@alfonsozarate

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