La teoría del péndulo ha sido descrita como uno de los factores que explican la larga estabilidad que caracterizó al viejo sistema político mexicano. En la práctica, significaba que cada seis años el nuevo gobierno emprendía la rectificación de aquellos decisiones o políticas notoriamente erradas de su antecesor.

Después del radicalismo del general Lázaro Cárdenas (el reparto agrario, el corporativismo y la expropiación petrolera) llegó el conservadurismo de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán —la cercanía con los grandes empresarios, con los intereses norteamericanos y la represión a los movimientos sociales—; y a estos presidentes los siguieron los gobiernos de centro e izquierda de Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos.

Quienes esperaban que la sucesora de López Obrador se deslindara de las decisiones más absurdas de su antecesor, pecaron de ingenuos. Por convicción propia pero, además, porque no tiene de otra, la doctora Sheinbaum sigue al pie de la letra el manual de operaciones que le dejó el señor de Palenque y para instrumentarlas están, en el Senado, Adán Augusto, representante en la tierra de Andrés Manuel, y en la Cámara de Diputados, el maniobrero Ricardo Monreal.

Las designaciones de los integrantes de su equipo de gobierno pasaron muy pronto del entusiasmo a la decepción. El primer bloque de nombramientos incluía a funcionarios con solida trayectoria académica y experiencia en el ramo asignado, pero poco a poco fueron integrándose personajes con la marca del patrón (90% de lealtad y 10% de capacidad), como Octavio Romero, que pasó de su desastrosa gestión en Pemex a dirigir el Infonavit, y al final se integraron al grupo gobernante los desprestigiados ex gobernadores Rutilio Escandón de Chiapas, como cónsul en Miami, y Cuitláhuac García, de Veracruz, como titular de Cenegas.

En estos cien días no ha habido espacio para el diálogo; las minorías, aunque representan a millones de mexicanos, no existen para un poder excluyente y ha seguido avanzando la desaparición de los organismos autónomos. Han sido cien días de discurso patriotero y de continuidad en los proyectos fallidos: el Tren Maya, la refinería Olmeca, el aeropuerto de Tizayuca, la línea aérea que transporta más miembros de la tripulación que pasajeros y una política exterior alineada con las dictaduras.

Solo en materia de seguridad es evidente un vuelco. Aunque el discurso permanece: “la atención a las causas”, en la realidad, la que está en curso es una estrategia más cercana a la de Felipe Calderón y a lo que exige Donald Trump.

Han sido 100 días atropellados y atropellantes de reformas constitucionales y legales aprobadas sin el mínimo rigor parlamentario, que distorsionan la arquitectura del sistema político para construir una autocracia. Y para documentar nuestro optimismo, en once días iniciará la era Trump reload, un desafío descomunal para México.

En el corto plazo son escasas las posibilidades de contener esta borrachera de poder, la próxima oportunidad se dará en las elecciones intermedias de 2027, pero a una oposición que sigue extraviada, poco parece importarle.

@alfonsozarate

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