Con su pretensión de atropellarlo todo, la Cuarta Transformación ha incursionado en los más diversos ámbitos, incluido el lenguaje. Como en 1984, la novela de George Orwell, la reinvención de los conceptos —una nueva semántica— se constituye en uno de sus instrumentos más eficaces para crear una realidad alterna y cultivar la devoción al líder de sus bases de apoyo.

En consecuencia, lo que hace el gobierno a través del spyware Pegasus no es espionaje, sino investigación, porque “este gobierno no espía” (aunque fisgonea hasta a los de casa, como al subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas).

La apropiación de un tramo de vías férreas de Ferrosur de Grupo México (120 kilómetros), no fue expropiación, sino una “ocupación temporal”, sazonada con el despliegue de marinos armados. Lo que sufrió el presidente Andrés Manuel López Obrador el 24 de mayo pasado, en Mérida, no fue un desmayo, sino un vahído, pero él se encuentra “al cien por ciento”.

Los diezmos que descontaba la profesora Delfina Gómez al personal del ayuntamiento de Texcoco no eran “moches” ilegales, sino —como los sobres con dinero en efectivo que recibían Pío y Martín López Obrador— “aportaciones voluntarias al movimiento.” Al subejercicio presupuestal, este gobierno le llama ahorro.

Lo que muestran los legisladores de Morena en el Congreso de la Unión al aprobar las iniciativas presidenciales sin corregirles ni una coma o sin siquiera leerlas, no es abyección, le llaman lealtad hacia quien encarna la voluntad del pueblo.

La decisión de boicotear la integración de los comisionados del Inai —como lo instruyó el entonces secretario de Gobernación, Adán Augusto López a los senadores de Morena— fue simplemente una forma de contribuir a concretar “el mundo ideal” al que aspira el Presidente.

Los adjetivos que López Obrador lanza todos los días a sus críticos (“podridos”, “enemigos del pueblo”, “corruptos”) no son infundios, amenazas ni hostigamiento, sino un “diálogo circular”, y, por el contrario, la decisión de la Suprema Corte de invalidar leyes inconstitucionales es calificada como “un intento de golpe de Estado técnico.”

Los periodistas, los organismos ciudadanos y los medios que informan y denuncian sobre los excesos y las desviaciones de este gobierno no expresan un periodismo profesional, de investigación sino, por el contrario, son “fábricas de mentiras y manipulación” y, en contraste, los embustes que divulga el presidente en sus conferencias mañaneras solo son “otros datos”.

Los defensores del INE que se han expresado en calles y plazas, lo que quieren es el regreso de un pasado de corrupción y, en contraste, los acarreos que pone en marcha el gobierno para llenar el zócalo son “movilizaciones espontáneas”.

Lo que hizo la ministra Yasmín Esquivel no fue el plagio de una tesis de licenciatura, sino —como lo explicó el Presidente— “un error de juventud”.

El momento crítico que vive el país en materia de seguridad es también desvirtuado por el presidente: “México vive un momento estelar de su historia”. Las ilegales campañas anticipadas son ejercicios para nombrar al coordinador de los comités de defensa de la 4T y lo que se perfila en Morena no será un vulgar dedazo, sino el resultado de una consulta al pueblo.

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