El jueves 15 de octubre una noticia sacudió la escena política de México: el canciller Marcelo Ebrard informa de la detención, en el aeropuerto de Los Ángeles, California, del general Salvador Cienfuegos, exsecretario de la Defensa Nacional en el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Más allá de que puedan probarse las acusaciones —no debe obviarse la presunción de inocencia—, la sola detención es un golpe brutal al Ejército mexicano y vuelve a exhibir la precariedad de las instituciones mexicanas de procuración y administración de justicia. Otra vez son las instituciones norteamericanas y no las mexicanas, las que identifican y someten a proceso a personajes del gobierno de México, lo mismo a nivel federal como Genaro García Luna, que estatal como el exfiscal de Nayarit, Edgar Veytia, que habrían traicionado a sus instituciones y al país, poniéndose al servicio de organizaciones criminales.
La detención tendrá serios efectos para México. Por una parte, muestra que las fuerzas armadas son tan vulnerables al poder corruptor del narcotráfico como cualquier otra institución (el Ministerio Público, el Poder Judicial o las corporaciones policiacas, por ejemplo) y, en ese sentido, constituye una advertencia sobre los riesgos de un gobierno que decidió militarizar la vida pública.
A partir de ahora vendrán más presiones al gobierno mexicano, sobre todo si Trump es reelecto, porque este episodio apoya las viejas exigencias del gobierno norteamericano de tener una mayor injerencia en la política de seguridad de México. Conviene recordar la advertencia que lanzó el presidente Trump tras los hechos brutales de Bavispe, Sonora (la masacre de mujeres y niños de las familias LeBaron y Langford): “Para México —dijo— ha llegado el tiempo de, con la ayuda del gobierno de Estados Unidos, lanzar una guerra a los cárteles de la droga [que] los borre de la faz de la tierra”.
En este contexto, una pregunta resulta inevitable: ¿a partir de este episodio estarán nuestras fuerzas armadas más dispuestas a “cooperar” con las agencias norteamericanas? Por lo pronto, hoy los “halcones” en el gobierno norteamericano tienen más argumentos para vencer las resistencias de décadas de los militares mexicanos, avanzar en su proyecto de manejar la política de seguridad nacional mexicana y lograr un control como el que tienen en diferentes naciones de América Latina.
Lo que pretende el gobierno norteamericano, viejo afán, es la subordinación de nuestras fuerzas armadas a sus directrices y mayores atribuciones para sus agencias en México.