Los resultados oficiales de la elección presidencial del año 2006 tuvieron serios impactos sobre Andrés Manuel López Obrador, le agriaron el carácter y lo exhibieron como lo que es: un hombre que no sabe perder.
Unos meses antes del día de la jornada todas las encuestas anticipaban su triunfo, pero la distancia se fue acortando hasta que al final se quedó a menos de un punto. La campaña financiada por los más ricos que advertía que López Obrador era “un peligro para México”, sumada a una soberbia que lo llevó a rechazar alianzas que le habrían dado el triunfo y algo más, lo dejaron en la orilla. A partir de entonces, Carlos Salinas de Gortari cedió su lugar como “villano favorito” a Felipe Calderón, y el Instituto Federal Electoral (IFE) se convirtió en el objeto de todos sus odios.
En un ejercicio chusco, Andrés Manuel rindió protesta como presidente legítimo, con su gabinete legítimo y sus promesas legítimas. Desde entonces, pareció prometerse a sí mismo que sepultaría al IFE (hoy INE), una de las instituciones más valiosas de la balbuceante democracia mexicana; en eso anda.
El sinsentido de la consulta revocatoria
La revocación del mandato ha resultado un ejercicio laudatorio y una trampa para el INE. El hombre que tiene más del 60% de aprobación exige la realización de un ejercicio sumamente costoso para complacer su ego. Un disparate desde cualquier punto de vista, más aún cuando existen tantas carencias en el país.
Para doblegar al INE, la jauría está desatada. Y como muestra de abyección, Sergio Gutiérrez Luna, presidente de la Cámara de Diputados, interpuso ante la Fiscalía General de la República una aberrante denuncia penal (de la cual ayer se desistió) contra los seis consejeros del INE que el 17 de diciembre votaron a favor de aplazar temporalmente las tareas previas a la realización del ejercicio. Una acción inédita que muestra de qué están hechos quienes siguen sus órdenes y que ha sido denunciada desde distintos espacios; destaca la condena de la Barra Mexicana Colegio de Abogados al uso de la justicia penal para amenazar a miembros de instituciones del Estado mexicano.
Por lo pronto lo que tenemos es un ambiente enrarecido por la obsesión de un hombre de vengarse de la institución que en otro momento y con otro consejo, reconoció los resultados de las urnas: el triunfo de Felipe Calderón en la elección presidencial.
Resulta enfermiza la obsesión del presidente y de Morena, de empujar un ejercicio inútil y brutalmente costoso. Dilapidar cerca de 4 mil millones de pesos en la realización de una consulta para la gloria del Señor, es enfermizo y más aún en momentos en que verdaderas prioridades, como las medicinas para los niños con cáncer, no llegan.
El padrecito
Y mientras tanto, el padre Alejando Solalinde, transfigurado en un moderno Fidel Velázquez, destapa a Claudia, menosprecia a Marcelo, dice que Ricardo Monreal “ya chupó faros” y descubre en Andrés Manuel “rasgos de santidad”.
Twitter: @alfonsozarate