Aquí, todas, envueltas en indignación y llanto...

Un amanecer amargo, una pesadilla interminable.

Consuelo Sáizar de la Fuente

¿En qué se ha convertido un país en el que todos los días asesinan a sus mujeres? Mientras sacuden a la sociedad las denuncias de niñas, jóvenes y mujeres adultas desaparecidas o asesinadas, el gobierno parece tener otras prioridades y mueve sus piezas en el Congreso de la Unión para capturar a las instituciones electorales y enviar el mensaje de que están dispuestos a retener el poder por las buenas o las malas.

Ante los reclamos por el desbordamiento criminal, el presidente responde: “Estamos trabajando para garantizar la paz”, y recuerda que cada mañana se reúne con el gabinete de seguridad. No entiende nada, ni siquiera lo más elemental: que al gobierno se le califica no por sus reuniones, sus esfuerzos y buenas intenciones, sino por sus resultados. Facta non verba, no entiende que las palabras no sustituyen los hechos. Y mientras tanto, sigue dando rienda suelta a sus resentimientos.

México se ha convertido en un país en el que se borran las sonrisas de sus adolescentes y se cancelan sus sueños; donde a la angustia de aquellas mujeres que recurren a las autoridades para denunciar la violencia que sufren a veces de sus parejas o exparejas, solo se responde con indiferencia, corrupción y hasta burlas.

Cada día se publican reportes sobre la desaparición de mujeres, en la mayoría de los casos menores de edad, y se difunden los hallazgos macabros: que encontraron sus cuerpos inertes profanados. Sin embargo, la indignación de las madres no sacude las conciencias de nuestros gobernantes, los aparatos de procuración y administración de justicia en los estados y en la federación están enmohecidos y en algunos casos confabulados con los criminales.

Vivimos una situación de emergencia. Ante la gravedad de esta oleada criminal y la ineptitud de las autoridades, las madres han tenido que organizarse para emprender las búsquedas. En México —un país doliente—, colectivos de madres recorren con palas, picos, guantes y barras de metal aquellos sitios en los que, según les informa algún anónimo, pueden estar los restos de sus seres queridos. Pero en su búsqueda, las madres buscadoras sufren amenazas y atentados. Tan solo en 2022 han sido asesinadas seis integrantes de colectivos.

Cecilia Flores, líder del colectivo “Madres buscadoras de Sonora”, ha anunciado: “No voy a parar, no voy a dejar de buscar a mis hijos hasta que los encuentre o hasta que me maten”; sabe de lo que habla, ese fue el destino de Marisela Escobedo, cuya tragedia una vez que emprendió la búsqueda del asesino de su hija, se retrata en un documental: “Las tres muertes de Marisela Escobedo” (Netflix).

En México hay más de cien mil desaparecidos y asesinan a diez mujeres cada día. Esta realidad constituye una herida que no sana. Ana Karen, Rubí, Valeria, Mónica, Ariadna... todos los nombres imaginables aparecen en esa lista que crece día con día. Son los nombres de quienes han dejado un país en duelo y, sobre todo, un vacío que nadie llena en los corazones de padres, hermanos, amigos.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario. @alfonsozarate

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