Se atribuye a don Jesús Reyes Heroles, quizás el más lúcido ideólogo del PRI, la frase: “Lo que resiste, apoya”; inspirado en esa máxima diseñó la reforma política de 1977 que fue la respuesta sistémica a la degradación del régimen exhibida con la decisión del PAN de no postular candidato presidencial en 1976; en aquel proceso electoral, todavía con la fachada democrática, José López Portillo recorrió el país como candidato único.
Con sapiencia, Reyes Heroles incorporó a la lucha electoral a dos corrientes políticas sin reconocimiento legal: por la izquierda, el Partido Comunista Mexicano; por la derecha, remanentes del viejo sinarquismo; y les dio espacio en la televisión y en la radio. La participación de las minorías en los núcleos de poder bajo el principio de representación proporcional permitiría que sus argumentos se expresaran en el Congreso de la Unión y los votos les mostrarían su verdadero implante social (aunque eran todavía los años en que el PRI desplegaba todas las trampas electorales). La disonancia, ingrediente mayúsculo de la democracia, fortalecería un régimen que se iba agotando.
Ignorando las virtudes de las discrepancias, el presidente López Obrador se niega a reconocer que a veces pueden tener razón sus opositores, califica de “guerra sucia” a las denuncias, mientras en las redes sociales los sectarios insultan y amenazan a quienquiera que señale errores o decisiones políticas, incluso aquellas que contradicen su compromiso popular, como la cancelación de los apoyos para las estancias infantiles que daña a los niños y a las madres trabajadoras o la conversión de la Guardia Nacional en una border patrol cazadora de migrantes, y se callan ante lo inaudito, como su llamado a los delincuentes (bestias que secuestran, extorsionan, mutilan y asesinan), a que “le bajen” y se porten bien, que piensen en sus mamacitas, “fuchi, guácala”...
Ya durante la campaña se dieron algunas expresiones muy perturbadoras: gente que le besaba la mano al candidato o, incluso, que tocaban la carrocería de su coche, como si tocaran el santo grial. Y junto a los fanáticos, están los lambiscones que hoy hacen gala de servilismo durante las sesiones mañaneras, “periodistas” como el apodado Lord Molusco o algo así; por desgracia, estas formas, impropias de una cultura cívica y de un régimen democrático, proliferan.
Pero ningún presidente es un semidiós, infalible y perfecto. Juárez negoció con el gobierno norteamericano el tratado Mac Lane-Ocampo que implicaba una vergonzosa cesión de nuestra soberanía, venturosamente, nunca fue aprobado por el Senado de EU; a Madero, su ingenuidad le costó la vida y su sacrificio llevó al poder al chacal Victoriano Huerta; el general Lázaro Cárdenas le entregó la administración de los ferrocarriles al sindicato, pero tuvo el valor de rectificar.
Cuando se pretende imponer una sola sintonía y las voces que advierten sobre malas decisiones son acalladas o intimidadas, se construyen personajes que se separan de la realidad.
El aplastamiento a las minorías fue una práctica común en los días del PRI. Por eso sorprende que algunos dirigentes de Morena que durante décadas padecieron el mayoriteo, pretendan hoy replicar los viejos usos del poder, ignorando como decía Nietzsche, que el gran error de las democracias era creer que la sola mayoría determinaba la razón o la sinrazón de una causa. Por fortuna, la rectificación en la Cámara de Diputados que evitó la necedad de retener la presidencia, violando la ley y los acuerdos parlamentarios, se impuso y hoy preside la panista Laura Rojas.
En Morena hay políticos de larga tradición en las luchas democráticas, esperemos que su experiencia y su compromiso eviten la tentación de replicar a quienes buscan acallar las críticas y tratan de imponerse a la mala ignorando que, como decía Reyes Heroles: “lo que resiste apoya”.
Presidente de GCI. @alfonsozarate