El domingo pasado, en la Arena Ciudad de México, Xóchitl Gálvez relanzó su campaña. Sola en el escenario, con un discurso punzante y retador, conectó con una multitud exaltada que sabe que es la única opción para frenar una continuidad que implicaría mediocridad, inseguridad e impunidad.
La reacción de los medios y de los periodistas alineados al poder ha sido ningunear sus palabras. Pero lo cierto es que la conexión es real y que el discurso fue valiente y esclarecedor.
Vida, verdad y libertad son los valores que postula la candidata de la sociedad civil. Vida, en un país en el que la muerte tiene permiso, en el que en gran parte de su territorio se han impuesto el miedo y la violencia. La reivindicación de la vida frente a un gobierno que ha destruido el sistema de salud y cuya ineptitud ha costado cientos de miles de vidas.
Verdad, ante un Presidente que ha hecho de la mentira y el engaño un instrumento para embaucar a las masas.
Libertad, frente a un gobierno que abraza a criminales y dejará como herencia una cifra espeluznante de desaparecidos y asesinados; libertad para salir de noche, para circular tranquilamente por las carreteras, para vivir sin miedo.
Frente a La República de los Pobres que postula Andrés Manuel, Xóchitl propone un país del esfuerzo y la retribución, en el que a través del estudio, el trabajo, la honestidad, la perseverancia y el esfuerzo, los pobres dejen de serlo.
Frente a un Presidente que promueve las energías fósiles, la mediocridad y el conformismo, Xóchitl llama a apostar por las energías limpias, a invertir para enfrentar la crisis del agua, a formar mexicanos preparados para los retos del siglo XXI. Lo dice en una frase impecable: traer la vida a donde hoy se pasea la muerte, la verdad, a donde hoy reina la mentira, la libertad, a donde hoy gobierna el miedo.
Es evidente que el Presidente ha rebasado todo límite ético con tal de retener el poder, con el uso y abuso de recursos financieros, políticos y judiciales; con sus alianzas con los poderes fácticos; con el uso clientelar de las políticas públicas, con la campaña mediática que es la mañanera…
Pero hay un factor que no controla y que cada vez tiene mayor peso sobre el comportamiento electoral: la conexión del candidato con anchas franjas del electorado. El desparpajo de Fox conectó con electores hartos de las malas cuentas y de los viejos usos del poder. López Obrador, con los agraviados por la corrupción y la frivolidad de la cofradía que encabezó Enrique Peña Nieto. Xóchitl conecta con las clases medias injuriadas y maltratadas por el “pecado” de procurar el bienestar para los suyos.
Xóchitl Gálvez está ante una elección de Estado, su verdadero adversario es el Presidente de la República, un presidente “poderoso y sin escrúpulos, que está dispuesto a todo”. Pero que no es imbatible, menos aún si la oposición logra sacudir el conformismo de los indecisos y la apatía de los jóvenes. En efecto: estamos frente a la elección más importante de nuestras vidas.