Lo que el mundo está presenciando con azoro es el ejercicio cínico y brutal del poder, el intento de avasallar a Ucrania por un régimen que está decidido a revivir las glorias de la Unión Soviética pero, sobre todo, las de la Rusia de los zares.
En Kiev —como en las más importantes ciudades de Ucrania— se imponen el miedo y la angustia de la gente a los que se agrega la convicción de que, ante esta agresión, están solos, irremediablemente solos; que muy poco pueden hacer ante el poder del ejército ruso y el apoyo retórico de Europa y Estados Unidos que disfrazan la preservación de sus intereses bajo una solidaridad fingida.
Uno de los temas más fascinantes de la Sociología Política es el estudio de las revoluciones. En 1938, Crane Brinton (1898-1968) publicó su obra Anatomía de la Revolución, en la que anticipó el destino de la Unión Soviética. Para Brinton, interesado en descubrir las causas, los síntomas, las etapas y los efectos del proceso revolucionario, la revolución es —como lo indica su nombre derivado de la geografía— un largo ciclo como el que realizan los astros, a cuyo término regresan a un sitio sorprendentemente similar a aquél del cual partieron. Un largo viaje para llegar al mismo lugar.
Utilizando a la Revolución Francesa como paradigma, sostiene que a partir del derrocamiento del viejo régimen caracterizado por su decadencia y por los excesivos privilegios de una minoría, la revolución da paso al gobierno de los moderados, un gobierno que experimenta una permanente inestabilidad porque se encuentra entre el embate de quienes quieren regresar al viejo régimen y los radicales que no aceptan sus tímidos cambios.
Al triunfo de los radicales, el Comité de Salvación Pública encabezado por Robespierre, impone el “reino del terror”. Es el gobierno de los “puros” en el que cualquier desviación a la estricta moral revolucionaria se pagaba en la guillotina.
El hartazgo con la violencia lleva al Termidor, un periodo en el que se destierra o elimina a los radicales: se impone la moderación y, finalmente, para concluir el ciclo, Napoleón se corona como emperador (1804), regresan los títulos nobiliarios, los privilegios de la Iglesia Católica y muchos de los rasgos que parecieron intolerables del viejo régimen.
Brinton anticipó que el régimen soviético no sería sino la restauración de la Rusia imperial, gobernada por nuevos zares: autócratas que impondrían, otra vez, el predomino de los pueblos rusos sobre los no rusos.
Hoy Vladimir Putin no aspira a remedar al secretario general del Partido Comunista, sino algo más: representar a los viejos zares y reconstituir la Rusia zarista, en eso está: a partir de que Putin llegó al poder en el año 2000, Rusia ha ocupado seis repúblicas.
Justifica su acción por las intenciones de EU de incorporar a Ucrania y a Georgia a la OTAN, lo que es leído en Moscú como una provocación y un avance intolerable, no está errado, pero en este juego de aventureros, el mundo se encuentra en vilo, al borde de una guerra de mayores proporciones.
@alfonsozarate