Poco a poco el andamiaje construido para una transformación de dimensión histórica empieza a crujir. La obsesión del presidente por derruir instituciones está alcanzando sus límites. Pudo desaparecer al Consejo Nacional de Promoción Turística, a ProMéxico y al Instituto Nacional del Emprendedor; pudo secuestrar a la Comisión Nacional de Derechos Humanos y forzar la salida de un ministro de la Corte y de los titulares del Coneval y otros organismos; ha apretado a los medios que no han aceptado convertirse en propagandistas del régimen, pero no los ha doblegado. Ha embestido cada vez que puede al INAI… Pero no ha podido desaparecer al INE. Por eso cada día se muestra más irritable insultando e intimidando a quienes se atreven a pensar diferente.

Se están agotando sus reservas. Y eso es cada vez más evidente cuando Carlos Urzúa, el economista que condujo con responsabilidad las finanzas del gobierno hasta que esto no fue posible, se convierte en un severo crítico; cuando Tatiana Clouthier, quien fuera su coordinadora de campaña y secretaria de Economía, denuncia la jauría que rodea al presidente; cuando Porfirio Muñoz Ledo, el hombre que le entregó la banda presidencial, no duda en denunciar “su ambición despótica”... Cuando Gibrán Ramírez, uno de los jóvenes que con más enjundia defendió a su gobierno, señala sus desviaciones...

Hombres de la trayectoria de Octavio Rodríguez Araujo, Roger Bartra, Juan Villoro y José Woldenberg, advierten sobre la regresión que implica la Cuarta Transformación, y es así porque para ellos cada vez más se ha ido agotando el beneficio de la duda y solo van quedando las certezas.

La certeza de que su austeridad es la fachada de un hombre con delirios de grandeza que dilapida enormes recursos, como ocurrió con la cancelación del nuevo aeropuerto para sustituirlo (es un decir) por el viejo aeropuerto militar de Zumpango, o la construcción de la refinería de Dos Bocas o ejercicios fantasmagóricos como la consulta sobre el juicio a los expresidentes. Queda la certeza de que no quiere sacar a los pobres de la pobreza sino mantenerlos allí, agradecidos y devotos con los apoyos sociales que parecen salir de su bolsillo.

El martes 25 de octubre, al participar en la mesa redonda titulada “La construcción de un proyecto socialdemócrata de país”, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas planteó la necesidad de enfrentar la inseguridad con una presencia permanente del Estado. “¿Qué quiere decir ‘con presencia permanente’?”, se preguntó. “Quiere decir mejores escuelas, mejores clínicas, obras de infraestructura, programas culturales, nuevas fuentes de trabajo, aprovechamiento de los recursos de cada una de las regiones o porciones chicas o grandes del territorio nacional.”

Esa receta no solo contribuiría a atender la inseguridad, sería la receta para construir un mejor país. Sin embargo, López Obrador no impulsa una educación de calidad, ni un sistema de salud eficiente, ni condiciones para generar una inversión productiva que se traduzca en empleos dignos… Pretende un país de mediocres y devotos. Pero cada vez engaña a menos y se le agota el tiempo.

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Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario. @alfonsozarate

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