Al presidente López Obrador el país se le está yendo de las manos. Cada día aparece más extraviado y sus cuadros políticos —como lo exhibe el comunicado del grupo parlamentario de Morena en el Senado— alcanzan extremos que recuerdan tiempos de ignominia. No, señores senadores, ni los adversarios son “traidores a la nación, a la patria y al pueblo”, ni el presidente simboliza “los ideales de la nación, de la patria (y) del pueblo”.

Cuando aún faltan más de dos años para que concluya su mandato, la degradación se acelera. Desde la cancelación del nuevo aeropuerto en Texcoco, han sido enormes los costos de sus disparates y abusos del poder. Hoy esa acumulación porta riesgos enormes.

El hombre que no se guarda nada “porque su pecho no es bodega”, les advierte a las empresas y al gobierno español que ya no les permitirá más robar ni ver a México como tierra de conquista, y se lanza con todo contra quienes se atreven a denunciar los excesos de su gobierno y la simulación de su austeridad y la de los suyos. Y mientras aumenta su desvarío, se convierte en objeto de mofa en programas cómicos de otros países, pero sus acciones no tienen nada de risibles, su compulsión por dividir a la sociedad y la intransigencia de sus seguidores —cultivada con asistencialismo y demagogia— separa hoy a hermanos y amigos.

En las semanas recientes el presidente ha abierto nuevos frentes de conflicto, ha contaminado la relación con Panamá por la postulación como embajador de un historiador a modo, Pedro Salmerón, luego reemplazado por la comediante Jesusa Rodríguez. ¿Cortinas de humo para tapar el escándalo de la Casa gris de Houston? No lo creo, lo que pienso es que está desquiciado y por eso abre cada vez más frentes de tensión y conflicto, y todo se le está saliendo de las manos.

En estos días, un presidente agotado emocionalmente está a punto de quebrarse por las revelaciones de la Casa gris, mientras no ha mostrado empatía alguna hacia los niños con cáncer, a quienes no se suministró medicinas, ni ante las madres de miles de desaparecidos o las viudas de los periodistas asesinados. Recientemente, en total desapego a la Constitución y a las leyes, expone los supuestos ingresos de Carlos Loret como respuesta a las investigaciones del portal Latinus y de Mexicanos contra la corrupción y la impunidad (MCCI), cuyas investigaciones muestran que la austeridad de la familia presidencial es una farsa y que la honestidad valiente no le alcanza para tapar lo que aparece como tráfico de influencias. “Por el bien de todos, primero los López”, dice una caricatura de Garci en El Financiero del 10 de febrero.

El Presidente es un hombre de odios y resentimientos, que ofende, calumnia y difama. Pero lo más inquietante es que cada vez son más frecuentes sus dislates y su alejamiento de la realidad; y cada vez se exhibe más crudamente la ceguera y la abyección de sus seguidores. El país se les está yendo de las manos.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario
@alfonsozarate

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