Toda una vida de predicar el valor de la austeridad, de fustigar “la opulencia y la frivolidad como formas de vida de las élites”, de ostentar su modesto departamento en Copilco, los doscientos pesos en su cartera y su Tsuru blanco; tantos años de predicar que basta con un par de zapatos y la ropa indispensable... todo eso tirado a la basura.

Su primogénito, José Ramón, pinta su raya. Como hace unos años lo hizo Arturo López Obrador, uno de sus hermanos; como lo hizo, en los hechos, César Yáñez —quien lo acompañó durante sus recorridos por toda la geografía del país— con aquella boda ostentosa que mereció una portada en la revista Hola.

Pero lo más duro en el caso del hijo incómodo no es el estilo ostentoso de vivir: mansión en Houston con alberca de 23 metros y hasta sala de cine, camioneta Mercedes Benz —cuyo precio rebasa los 68 mil dólares—, sino los indicios que apuntan a tráfico de influencias.

El argumento de Baker Hughes de que “la casa no pertenece a la empresa”, sino de un exempleado, es demolido por la periodista Peniley Ramírez, quien revela los contratos y las ampliaciones a los contratos con Pemex sin licitación y sin justificación, que significan un 167% más respecto al monto original. No menos importante es el hecho de que el “exempleado”, Keith L. Schilling fue, hasta noviembre de 2018, el director comercial y de ventas a nivel global.

La censura ácida, inclemente, que acostumbra López Obrador ante lo que percibe como excesos de los otros, se convierte en una explicación candorosa cuando las denuncias interpelan a los suyos: sus hermanos Pío y Martín, su prima Felipa, Jaime Bonilla, Manuel Bartlett...

Ante la contundencia de las revelaciones, Andrés Manuel tenía dos opciones: romper con su propio hijo, decir —como lo hizo con su hermano Arturo, “es de mi sangre, pero ya no es mi hijo”—, lo que habría tenido un costo brutal; o bien, encontrar algún argumento, así fuera tan fofo como el que esgrimió: “al parecer la señora tiene dinero”.

Al costo que sea

El hombre que todos los días ofende, difama e intimida a sus críticos, denuncia una guerra sucia. Señala a Carlos Loret y a Brozo, pero no ofrece un solo argumento que refute los hallazgos, lanza imputaciones contra Denise Dresser y una larga perorata contra Carmen Aristegui.

Las calumnias del presidente entrañan severos riesgos para los señalados en un país en el que se asesina periodistas (29 en lo que va del sexenio).

Ante la nulidad de los partidos de oposición, Mexicanos contra la corrupción y la impunidad, Latinus, México Evalúa y otros núcleos de periodismo de investigación, están cumpliendo un papel crucial de contrapeso al poder presidencial, y lo hacen resistiendo el odio y la intimidación que salen de Palacio Nacional.

“Mantendremos la libertad de expresión al costo que sea”, dice Carlos Loret. “Seguiremos denunciando la corrupción y la impunidad”, advierte María Amparo Casar. Con su temeridad, así como ellos, muchos otros periodistas y medios de comunicación muestran que no se dejarán intimidar.

Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate